Barbastro, 21 de junio de 2016
Fiesta de San Ramón del Monte
A medida que os voy conociendo y sirviendo me siento más conmovido y bendecido. Me emociona constatar las entrañas de este pueblo que supo emerger de sus propias cenizas cuando hace 80 años fue sembrada su tierra de mártires. La gracia de Dios y el testimonio de un puñado de sacerdotes, consagrados y fieles laicos, pusieron en evidencia que un nuevo comienzo era posible. Ni los escombros ni las cenizas pudieron extinguir la esperanza de un pueblo que supo poner a Dios como centro de su vida y a sus hijos como objeto de sus bendiciones. Y juntos volvieron a «sacralizar» sus templos y a reconstruir la casa común. Poco a poco fueron cerrándose las heridas y apagándose los reproches.
Sostenido por esta misma convicción, consciente de que el rescoldo de la fe sigue vivo, aunque aparentemente lo pueda ocultar sus cenizas, os invito a todos los hijos del Alto Aragón a impulsar un humanismo fresco y creativo inspirado en los valores que nos dejó Jesús de Nazaret; a redescubrir nuestra propia identidad, nuestra dignidad de hijos de un padre común que nos dejó como herencia una tierra hermosa y fértil; a buscar vías alternativas e innovadoras que nos ayuden a construir «puentes» y derribar «muros»… con el único deseo de impulsar entre todos el bien común.
Sin nostalgia, con los pies bien plantados en el suelo, y con la firme confianza en AQUEL que nos creó por amor para hacernos partícipes de su misma felicidad, os comparto humildemente a los pies de nuestro Patrono, San Ramón del Monte, mi «sueño diocesano»:
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón redescubran su verdadera identidad, sus profundas raíces cristianas y encuentren en Jesús de Nazaret el verdadero sentido de sus vidas y la plenitud que anhelan;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón se integren en una única y misma «orquesta», afinada en clave de «SOL-MISIÓN», donde cada uno descubra su propia singularidad, sus grandes potencialidades y se atreva a ponerlas al servicio de los demás, para que todos juntos (laicos, consagrados y ministros ordenados), bajo la batuta de Jesucristo, interpreten la melodía que la Escritura ofrece, en cada tiempo y lugar, a todos los hombres y mujeres para que puedan llegar a ser realmente felices, fecundos y libres;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón se sientan acogidos, escuchados, respetados, queridos y sostenidos por los demás –especialmente los más desfavorecidos, pobres, marginados, enfermos, ancianos…– y no sean objeto de «descarte» simplemente por ser personas improductivas;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón sean visitados y atendidos personal o pastoralmente en cada una de las comunidades cristianas o unidades pastorales por un «equipo en misión» –constituido por varios sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos– que anuncien, celebren y compartan con ellos la fe y la vida;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón –sobre todo los niños, adolescentes y jóvenes– sean educados libremente en aquellos valores que les construya como personas; respiren el aire limpio de la honestidad y de la trasparencia; puedan responder con sinceridad y autonomía: ¿desde dónde quieres Señor que te ame, te siga o te sirva? para que fructifiquen abundantes vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales que ennoblezcan y enriquezcan nuestro pueblo;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón se beneficien de unas medidas políticas justas y eficaces que favorezcan la vida familiar, donde casarse y tener hijos –más que un problema por no tener un trabajo digno y estable– sea una alegría y una urgente responsabilidad social; donde se respete la integridad, singularidad y dignidad de cada mujer, dándole además la libertad de tener los hijos cuando ellas decidan y de criarlos durante el tiempo que deseen sin que peligre ni su puesto de trabajo ni su salario laboral;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón acojan –al margen de la raza, cultura, sexo, religión…– a los inmigrantes que llegan a nuestra tierra; los traten con dignidad; les ofrezcan un techo, un hogar digno, un salario justo y un contrato laboral en regla;
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón se sientan respetados al ejecutarse por fin la sentencia que la Signatura Apostólica (máximo tribunal eclesiástico) dictara en su momento y se entregue el patrimonio artístico de nuestra Diócesis que injusta e inexplicablemente está todavía retenido.
- Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón disfruten de la «ruta del románico» que, siguiendo el Camino de Santiago, ensancharía el alma de nuestro pueblo, generaría riqueza, cultura y arte, recrearía nuestros valores más genuinos, nuestras raíces cristianas… Esto permitiría además hacer de este conflicto –tan absurdo como estéril– una oportunidad de diálogo y colaboración entre las diferentes diócesis hermanas (Pamplona, Jaca, Huesca, Barbastro-Monzón, Lleida y la Seo de Urgell), entre las distintas comunidades autónomas (Aragón, Cataluña y Navarra) e incluso entre Estados diversos (España, Andorra y Francia).
- Etc.
Aquel día todos descubriremos que los sacrificios de ayer o los esfuerzos de hoy no han sido en vano. Ojalá que el paso de los días o el peso de las dificultades no pueda matar mi «utopía» y sirva de estímulo para todos. Que San Ramón del Monte y Santa María del Pueyo que hizo posible el sueño más inaudito y esperado de la humanidad nos ayude a hacer realidad el nuestro.
Con mi afecto y bendición
Ángel Javier Pérez Pueyo
Obispo de la Diócesis de Barbastro-Monzón