
El convento de las Capuchinas de Barbastro fue el primer paso hacia la libertad para cientos de refugiados internacionales políticos a comienzos de la II Guerra Mundial que escapaban del nazismo y que fueron detenidos en España al cruzar los Pirineos. Al igual que en la popular película Casablanca (que refleja la huída de los perseguidos desde el consulado de Marruecos hacia la libertad), la capital del Somontano fue la puerta para iniciar los trámites de repatriación a numerosos súbditos de países europeos, pero también de América. Hasta Barbastro llegaron detenidos varios cientos de refugiados internacionales, y desde las Capuchinas eran conducidos a otros campos de concentración, como el de Miranda de Ebro, para desde estos últimos ser repatriados a sus lugares de origen.
El convento de las Capuchinas fue utilizado como cárcel en los años de la II República y su función como prisión continuó con la victoria franquista donde se recluyeron a miles de soldados republicanos entre 1938 y 1944. A su vez, se habilitó otro convento, en Las Claras, como cárcel de mujeres. Junto a los presos españoles convivían cientos de prisioneros de nacionalidades diversas y que habían sido capturados por la Guardia Civil en los Pirineos, mientras trataban de huir de la Francia ocupada por Hitler.
La población de mayor edad todavía recuerda cómo por las Capuchinas pasaron numerosos prisioneros capturados en Francia, pero lo que no se conocía hasta la fecha, es que el convento barbastrense fue un centro de detención de exiliados y que aquí encontraron su billete hacia la libertad.
Una investigación realizada por el historiador barbastrense José María Mur, y tutelada por el profesor también de Barbastro Juan Carlos Ferré, ha rastreado 9.000 documentos en el Archivo Histórico Provincial de Huesca (expedientes de la A hasta la G) y ha conseguido poner nombre y origen a 733 presos internacionales, hasta ahora anónimos.

El periodo estudiado va desde el 1 de agosto de 1938 (semanas después de caer Barbastro y de crearse esta cárcel) hasta el 31 de octubre de 1944, cuando se clausura oficialmente la prisión de las Capuchinas (la cárcel del convento de Las Claras se clausuró en agosto de 1943).
A los 9.000 documentos conservados en Huesca, hay que sumar otros 25.000 todavía por estudiar y que se encuentran en la cárcel de Zuera, donde fueron llevados tras clausurar la prisión altoaragonesa.
En este sentido, cabe recordar que IU ha pedido en las Cortes de Aragón que estos documentos se trasladen al Archivo Histórico Provincial para una mejor preservación y que se digitalicen.
Redes de solidaridad
Durante la ocupación nazi de Francia, la huída fue paulatina hacia España por los Pirineos, pero el mayor éxodo fue en el verano 1943, cuando Hitler ocupa todo el territorio galo. «Eran personas acusadas de paso clandestino de la frontera, detenidas por la Guardia Civil y trasladadas a las Capuchinas donde se las ficha, se les clasifica y se las distribuye. La España franquista no veía con buenos ojos a estos refugiados y su paso por nuestro país siempre estuvo vigilado. Las Capuchinas sí que fueron el último paso, eso sí, que les permitió salvar su vida», explica el investigador
Para Mur, estos hechos constituyen el «capítulo menos conocido» de la historia del convento de las Capuchinas. «Una cifra estimativa nos daría entre 8.000 y 10.000 presos nacionales que pasaron por este convento entre 1938 y 1944. A ellos se unen los presos internacionales, para quienes era una cárcel de transición estando entre unos días y varias semanas, aunque hay excepciones como un preso polaco que estuvo siete meses». La población de Barbastro entonces superaba los 6.000 habitantes para quienes era habitual ver el movimiento de presos a diario por las calles.
Fundamentalmente los presos eran franceses y también había un número importante de judíos holandeses, polacos, alemanes y franceses. También había soldados como aviadores de Canadá, EE.UU y de Inglaterra que buscaron las redes de solidaridad internacional para ser repatriados atravesando los Pirineos.
«Es curioso el número de presos internacionales y habernos encontrado con casos como un soldado georgiano de la Unión Soviética o de un prisionero inglés que cae en la batalla de Dunkerque y es llevado a un campo de concentración en Checoslovaquia y de ahí nos aparece en las Capuchinas de Barbastro», apunta Mur.
Muchos de estos refugiados eran capturados por la Guardia Civil al pisar suelo español, y otros, con mayor fortuna, conseguían llegar hasta Barbastro sin caer presos, apoyándose en estas redes solidarias para después tomar el tren que les llevará hasta otros puntos de España para dirigirse a Portugal o África del norte.
La presencia de este campo de detención internacional en Barbastro se entiende ya que España, aunque mostró sus simpatías por la Alemania de Hitler, se declaró neutral durante la contienda bélica. Por ello, en las Capuchinas se respetó la legalidad internacional y no se enviaron a estos refugiados a los campos de concentración nazi, según explica Mur. «La mayoría eran conducidos al campo de concentración de Miranda de Ebro. Hay excepciones como los aviadores anglosajones, a los que alguno se les llevó al Hotel San Ramón y ahí los recogían oficiales del ejército del aire o el agregado inglés de la embajada en España. También hubo un grupo reducido que fue conducido al balneario de Alhama de Aragón o de Valdeganga (Cuenca), convertidos en cárceles».
El historiador barbastrense considera que el número de refugiados que llego a las Capuchinas cruzando a pie la frontera por la vertiente oriental de los Pirineos fue muy superior a los que lo hicieron por la parte occidental, por la sencilla razón de que en Jaca y Canfranc se encontraba un destacamento de las temidas SS. «Realmente era más peligroso utilizar los pasos del Pirineo occidental y por aquí pasaron por los pasos de Benasque, Bujaruelo o Parzán. Allí los detuvo la Guardia Civil y los trasladó hasta Barbastro, que era una cárcel habilitada provisionalmente por la cantidad de prisioneros que albergo, y que sirvió para descongestionar las prisiones de Huesca y Lérida».
Interés en Israel
El interés por revivir los lugares vinculados con la II Guerra Mundial y la persecución nazi sigue muy presente entre la sociedad judía. De hecho en la vecina Lérida, donde se ha estudiado y creado rutas en torno a la cárcel de Sort –que acogió a un menor número de refugiados-, muchos israelitas están recorriendo los enclaves vinculados con su memoria común. Mur considera que este tipo de visitas también podrían extenderse hasta Barbastro para conocer el convento de las Capuchinas. «De hecho muchos franceses, no solamente los judíos, han vuelto y sus descendientes e interesados por este asunto. Lo deseable sería establecer un espacio museístico-pedagógico para que este convento pudiera ser visitado por todas aquellas personas que quisiera conocer un capítulo de la historia local que trasciende al ámbito internacional. Sería una fuente de conocimiento, de generación de riqueza pero sobre todo para entender mejor la realidad de hoy a través del conocimiento del pasado», recomienda.
Magnífico artículo y vídeo. José María Mur lo ha trabajado mucho y muy bien y la puesta en escena de José Luis Pano a través de la entrevista me parece excelente. Esta noticia y su fondo atraen en primera instancia porque narran hechos históricos acaecidos en un Barbastro que hay que desescombrar porque en una posguerra que permanece aún tenebrosa anhelamos saber más desde puntos de vista que sean independientes y valientes. Nadie quiere que las heridas permanezcan y para cerrarlas también estos días desde la UNED se hacen esfuerzos en ciclos y cursos para presentar la realidad de una España que celebró la paz tras una guerra cruel y fratricida pero de la que necesitamos saber detalles y conocer respuestas a cuestiones de las que no se ha sabido mucho hasta ahora. Ante todo habría que restablecer la dignidad perdida por los que sufrieron un castigo terrible y no han salido nunca del anonimato, y si se puede, devolver esa dignidad a los familiares y descendientes. España es un triste líder entre los países con más desaparecidos.
Buen trabajo Josemari. Felicidades.
Un testigo que todavía vive, me dijo que su casa (muy grande y cercana a la estación del tren) también sirvió de cobijo a numerosos judíos que huían de Hitler. Y esa hospitalidad se debía a la ascendencia judía de su madre. Recordaba la numerosa ropa tendida que colgaba en la “falsa” de la casa. Y las ristras de personas durmiendo en jergones por el suelo… De allí partían para Barcelona.
En los años 60, en Madrid, un superviviente que de niño había sido acogido en su casa de Barbastro, lo reconoció en la calle, le abrazó y lo invitó a visitar la sede de un organismo judío donde le rindieron un rápido e improvisado homenaje…
Si bien la expresión “campos de concentración” no es entendida por todos con la denominación adecuada, pues nada tenían que ver con los campos de exterminio. Serían equivalentes a los campos que hay ahora en Grecia para sirios y libios… Pero adaptados a aquellos años de penuria.
Lo del soldado apresado en Dunkerke, trasladado a Checoeslovaquia y aparecido en Barbastro me parece una historia digna de una película. Y los aviadores británicos trasladados al hotel san Ramón ¿son los que descendieron en paracaídas por la torre del americano?
Enhorabuena
Gracias Pedro y Blas por vuestros comentarios. Respecto a la expresión ” campos de concentración ” evidentemente no eran campos de exterminio, figura que bárbaramente incorporó el régimen nazi alemán a algunos de sus campos, no a la totalidad de los que compusieron la extensa red que levantó. Tampoco pueden equipararse a los actuales campos de refugiados que pueda haber en Grecia. Existieron, en aquella España de la guerra y posguerra, diferentes tipos de campos. Posiblemente el más conocido y uno de los de mayor capacidad fue el de Miranda de Ebro, que albergó a prisioneros de guerra españoles y extranjeros, brigadistas internacionales, que habían servido en el bando perdedor, así como a refugiados que huían de la segunda guerra mundial y la ocupación nazi y lograban alcanzar España. Hubo otros campos que solo albergaron prisioneros exclusivamente nacionales, soldados capturados o rendidos en los diversos frentes y campos de batalla. Barbastro albergó uno de estos campos. Su denominación oficial fue ” Campo de Clasificación de Prisioneros ” aunque en documentos, oficios, de aquella época también lo denominaron como ” Campo de Concentración “. Ignoro su ubicación exacta pero podría estar en los terrenos adyacentes al antiguo acuartelamiento militar, por allí pasaron miles de soldados prisioneros, estaba bajo administración militar y nada tenía que ver con la cárcel de Capuchinas. Las condiciones de vida de los campos de concentración iban de malas a extremadamente malas, dependiendo del campo, muriendo prisioneros víctimas de enfermedades, malos tratos ( palizas ) y pura hambre. En cuanto al soldado apresado en Dunquerke era un inspector de seguros londinense de 31 años llamado Phillips Gorodiche que fue trasladado a la prisión provincial de Zaragoza. El aviador al que se le dio orden de residir en el hotel S. Ramón tras su salida de Capuchinas ( yo sólo he visto un expediente con esta casuística aunque estoy seguro que debió haber más aviadores en el hotel S. Ramón ) se llamaba Michel Francois Darcy, y aunque su nombre y apellidos parecen franceses ( se dieron casos en que al tomarles la filiación de entrada a la cárcel dieron, por diversos motivos, datos falsos ) era un sargento de aviación neoyorkino al que pasó a recogerlo un oficial del Estado Mayor del Ejército del Aire español. Ignoraba el caso de los británicos de la Torre del Americano, pero en aquel contexto histórico todo era posible.
Según tengo entendido mi padre estuvo en un campo de concentración de Barbastro, estoy escribiendo mis memorias, Soy Catalán y Español y tengo 82 años, se podría saber si estuvo en Barbastro Gracias y un saludo
Sí, ponga nombre y apellidos en este buscar.
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