Desde un desvío próximo al Puerto del Serrablo, comenzamos por pista, pasando enseguida por la confluencia de los barrancos de la Fuente y del Pinar cuyo inesperado caudal nos sorprende, hasta llegar al despoblado de Torrolluala del Obico. Recorremos lo que era su principal calle parando en las derruidas casas y en la Iglesía de San Miguel con el cementerio anexo. Desde aquí reanudamos la marcha por un sendero de herradura, que nos acercó después de un sube y baja atravesando pequeños colladitos, hasta Torruellola de la Plana, viendo ya su principal calle, con el total abandono y ruinas de las casas, la antigua escuela, y la iglesia en lo alto.
El paisaje ofrece bellas tonalidades y contrates, pero no nos quedan muchas horas de luz, encaramos desde Torruellola de la Plana con el tibio sol del atardecer la subida por la costera, antiguo paso de cabañera muy bien trazado, y con magníficas vistas, hasta el collado que nos separa de Matidero. Alli comenzamos el descenso, encontrando al final nueva confluencia de barrancos, San Miguel, y el del Fangar que bajan alegres por las recientes lluvias. Después de una pequeña subida final llegamos a Matidero, donde se observa actividad agrícola y ganadera, pero las antiguas y derruidas casas del pueblo y la bonita Iglesia de San Miguel nos muestran de nuevo el abandono, allí en Matidero, con las últimas luces del atardecer, damos por finalizada esta interesante ruta.
En Boltaña se celebró la cena senderista donde se entregaron los reconocimientos a los socios galardonados del año, en esta edición a Ana Gómez, premio a la regularidad por su participación activa en las diferentes salidas del año, y a Jesús Cullerés junto con Martín Alonso, por su importante implicación y colaboración con el Club, en la preparación de las diferentes rutas.
Despedimos en Boltaña una magnífica tarde senderista, con la alegría de la celebración, amistad y compañerismo que ha reinado en el grupo, pero marcada por esa imagen triste que se nos quedará por tiempo en la retina y que nos ha mostrado el abandono que han sufrido estas poblaciones, donde tuvieron que marchar sus gentes buscando un mejor porvenir, y donde tampoco se ha hecho nada para conservar esos bellos elementos arquitectónicos, tan importantes para sus habitantes, y para todos los que los visitamos, señas de identidad y vestigios de un importante pasado no tan lejano, que hubo en estas recónditas aldeas pirenaicas.