Se cierra el telón. Un breve silencio antes de la ovación. Público en pie. Así de convincente fue Losa Herrera sobre el escenario del Centro de Congresos de Barbastro.
Cinco horas con Mario, la obra imprescindible de Delibes bien merece una actriz así. Experimentada. Segura de sí misma. Rotunda.
Y es que Menchu, Carmen, es el personaje único sobre el escenario. Y eso ya de por si es difícil. Pero además, Herrera se enfrenta a un papel difícil, donde los roles habituales de la época se intercambian.
Ella es quien recrimina, aunque sea tarde, ya cuando está velando el cadáver de Mario, una vida de frustración y saber estar. Es ella, Carmen en la novela, Lola Herrera en el escenario, quien lleva el peso narrativo e interpretativo de la misma.
Lola Herrera tenía que ser Cinco horas con Mario. Si ella fallaba todo fallaba. Y no falló.
Supo mostrar tono crítico de Delibes con ironía y suaves toques de humor, tan suaves, tan comedidos, que arrancó leves risas de los asistentes pero ni una sola carcajada que hubiese entorpecido el aire necesario para la obra. Ese poso de seriedad obligado para llevar a Mario a un segundo plano.
Lola Herrera es elegante. Lo fue y lo sigue siendo. Sobre las tablas apenas hay una mesa, unas sillas y un ataúd, pero ella lo llena. Se mueve ligeramente por el escenario sin dificultar el desarrollo de la obra. Se levanta, se sienta y se toma un café captando la atención en todo momento del público.
La obra de Delibes merece una y más de lecturas. La escenificación de Lola Herrera merece uno y varios visionados.
Barbastro ofreció nuevamente calidad en el Centro de Congresos presentando, esta vez sí, un lleno total.
Se cierra el telón y todos abandonamos la sala con una sonrisa esperando una obra de la que disfrutar y pensando: Bravo Lola.