A menudo no vemos a nuestros hijos como son, sino como somos. Nuestra mirada está condicionada por el conjunto de programas, creencias, juicios y condicionamientos con los que cargamos. No podemos olvidar que a los 7 años aproximadamente, tenemos adquiridas el ochenta por ciento de las creencias que nos acompañarán de por vida, de ahí que resulte tan difícil identificarlas cuando somos adultos.
El mejor acto de amor que podemos hacer por aquellos a los que tanto amamos, nuestros hijos, es trabajarnos. Dedicar tiempo a autoobservarnos, conocernos, bucear en nuestro interior, en ese inmenso espacio desconocido. Digo desconocido porque la mayoría pretendemos conocer a nuestros hijos cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos. A medida que nuestros hijos nos muestran una conducta contraria a lo que nuestro sistema de creencias considera correcto, lo enjuiciamos y lo intentamos cambiar.
Cuando la conducta que tanto nos desagrada persiste e incluso aumenta, como padres nos frustramos, desanimamos, discutimos, podemos incluso perder los papeles… Es aquí cuando estás viendo lo que eres y no lo que es tu hijo.
¿Qué tal si pones el foco en todas las cualidades que tiene? Hay veces que los nubarrones no dejan ver el Sol, pero que no veamos la luz no significa que no exista. Significa, simplemente que te estás enfocando en lo que no te gusta de tu hijo, en lo que no soportas, perdiendo la capacidad de ver lo maravilloso que en realidad es y sus múltiples cualidades. Amar es aceptar lo que es y a veces nos cuesta tanto…
A ti que estás desesperad@ por la conducta de tu hijo, a ti que te preguntas cómo es posible que saliera de ti con lo diferentes que sois, a ti que no soportas su conducta explosiva y echas la culpa al exterior… a ti te digo que en el fondo te cuesta amar, amarte. Sí, te cuesta amarte porque ello implica amar tus luces y tus sombras, las partes que muestras de ti y también aquellas que escondes por considerarlas inaceptables. Tu hijo simplemente ha venido a mostrarte aquello pendiente de sanar, de restaurar… Pero a veces somos tan prepotentes, que no somos capaces de aprender de la sabiduría de los niños y de su amor incondicional. Porque el amor que ellos No profesan sí que es INCONDICIONAL.
¿Y si te digo que este hijo ha venido a poner luz en tus partes oscuras? ¿Y si empiezas a ver a aquel hijo que te lo pone tan difícil como a tu verdadero maestro? ¿Y si empiezas a darle las gracias por su difícil misión? Él por amor está dispuesto a enseñarte aquello que sólo no puedes ver, a pesar de las críticas, de los juicios, de las discusiones…Te invito a que contemples a tus hijos desde esta nueva perspectiva. La mirada del observador siempre modifica lo observado. Estoy segura de que si lo haces se va a generar un cambio y éste siempre va en la dirección del amor.