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Llega el 8 de marzo, día internacional de la mujer, y este año con la pandemia se ha demostrado más que nunca que el movimiento feminista tenía razón, los cuidados son los que sostienen el sistema, en definitiva, la vida. Como dice la antropóloga y ecofeminista Yayo Herrero, No hay economía, ni tecnología, ni política, ni sociedad, sin naturaleza y sin cuidados. A la naturaleza la estamos destruyendo y la tarea de los cuidados realizada mayoritariamente por las mujeres es invisibilizado.

La pandemia ha puesto de relieve el hecho de que el trabajo no remunerado ha sido una red de protección social pero la contrapartida es que obstaculiza las oportunidades de crecimiento y de empleo para las mujeres que son las que llevan en su mayor parte la carga del cuidado. Son las mujeres las que dejan sus empleos, las que piden excedencias o reducciones de jornada para atender a sus hijas e hijos, dependientes y personas mayores. Durante la pandemia al dejar de asistir a los centros donde acudían diariamente, la carga de trabajo de las mujeres ha aumentado asumiendo las tareas de educación y atención de sus necesidades, además de ingeniárselas para concentrarse y sacar tiempo para el teletrabajo. Todo ello se ha traducido en altos niveles de estrés y problemas de salud mental.

DPH

No sólo es en el espacio doméstico donde las mujeres cumplimos este rol de cuidadora sino que en el sistema público de cuidados, residencias y centros sociosanitarios, también es predominante nuestra presencia con trabajos precarios y mal remunerados para la exigencia física y mental que requieren. Además este personal sufre una diferencia salarial de un 30-40% entre trabajadoras sanitarias y sociosanitarias con la misma categoría profesional. Todos estos aspectos contribuyen a la desmotivación, al pluriempleo y a padecer problemas de salud.

Como trabajadora de una residencia pública, especialmente los primeros meses de la pandemia, constaté una escasez de recursos materiales, aumento de carga de trabajo relacionada con los aislamientos de residentes, medidas implementadas para evitar contagios y hacer frente a nuevos protocolos e instrucciones sobre covid que cambiaban cada día. Además se sumaba la incertidumbre por el desconocimiento del virus y el miedo a contagiarse y contagiar a los residentes o a nuestros familiares. A esto hay que añadir el personal que muy a menudo debía ausentarse para cumplir el confinamiento por contacto directo o contagio por covid, cuando la escasez de personal es ya un problema estructural en las residencias.

En el caso de la residencia donde trabajo no ha habido fallecimientos por covid pero hemos vivido situaciones duras en los primeros meses de la pandemia con enfermos terminales que no han podido despedirse de sus familias ni sus familias de ellos. En la medida de lo posible hemos intentado acompañarlos en estos momentos. También hemos dedicado tiempo para hacer videollamadas a los familiares, hablar y tranquilizar a los residentes ya que llevaban casi un año confinados y las noticias que les llegaban de los medios hasta ahora no eran nada positivas. 

Según mi  experiencia, es fundamental el papel de las trabajadoras de residencias y se ha podido comprobar durante la pandemia que este colectivo ha sido muy eficaz en la lucha contra el coronavirus en las residencias demostrando una vez más su profesionalidad con su atención y cuidados además de su apoyo psicológico a residentes y familiares. Esta pandemia ha servido para visibilizar el trabajo asistencial en las residencias y por lo tanto se valore más.

Hemos visto que la emergencia por el covid ha demostrado la necesidad de poner los cuidados en el centro de la vida y no al mercado para superar la pandemia, por lo que es fundamental construir un estado de bienestar que asuma los cuidados de niños y niñas y de personas dependientes dotándolo adecuadamente de recursos y no los deje a cargo de las mujeres, a costa de su tiempo y su desarrollo personal y profesional. Por lo tanto, este año con la crisis sanitaria, social y económica, la agenda feminista es más importante que nunca.

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