Con la pintura no figurativa sucede como con la fe, que parece que solo es cosa de creyentes, cuando en realidad solo necesita de un momento epifánico para ser aceptada, de que Rothko, Cage, Bourgeois o Perec te demuestren alguna vez que el mundo no era como creías, pero tampoco como no creías. Es en ese caso cuando las formas y líneas de Negro Esperanza pasan a ser crítica, ciclo vital o muestra de poder, el cuestionamiento de una realidad que no por compartida es aceptada, que transita entre lo que no puede ser dicho y lo que no puede ser descrito, que vaga en la sombras de las preguntas mudas.
Veinte años no serán nada, pero es el tiempo que ha llevado a Encuentra la materialización de esa serie pictórica. Y es que construir una trabajo durante tanto tiempo tiene mucho del señor Rail, el personaje de Baricco que quiere construir una línea de ferrocarril que no lleve a ningún sitio, pero que sirva al menos para transmitir durante años el perfil implacable de lo que llamamos destino. A lo largo de dos décadas, frente a esa parte de la negra esperanza que ya estaba plasmada frente a él formando parte del pasado, bullía la oscuridad que anida en el lienzo blanco y quiere columbrar un futuro lejano e incierto. Por entonces, con la urgencia lenta de las estaciones, el pintor habitaba las noches y destilaba el silencio, aguardando el dictado del tiempo que solo es dado a quien está dispuesto a querer escuchar. Puede que el oxímoron del título de la obra sea el propio de la vida, lo paradójico de una existencia que es cuestionada en los veintiún planos que forman una secuencia turbadora, subyugante en la cercanía de su plena contemplación, pero refractaria si uno espera salir indemne.
En el simpar año pandémico, Miguel Ángel Encuentra ha obtenido el Gran Premio de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte por la exposición Negro Esperanza en el Museo de Teruel, mientras que la Sala de exposiciones de la Uned de Barbastro ha sido reconocida como el mejor espacio expositivo sobre arte contemporáneo y Bodega Enate a la mejor labor de difusión del arte aragonés contemporáneo. Es, además colaborador de la magnífica revista cultural El ojo vaciado, también reconocida en esos galardones a la mejor labor de difusión de arte aragonés. La periferia, ese supuesto erial donde solo lo pintoresco o folklórico permanece entre lo atávico y la meliflua fotografía de móvil, reivindica su lugar, ocupa un espacio ajeno consecuencia de la capacidad de adaptación que tienen los seres más pequeños de la cadena trófica en los momentos difíciles. Lejos del foco y de la inmediatez, artistas y lugares han seguido haciendo lo de siempre, resilientes y perseverantes. Lo que antes eran inconvenientes se tornaron venhttps://rondasomontano.com/revista/151132/miguel-angel-encuentra-expone-en-teruel-su-gran-obra-negro-esperanza/tajas y puede que la urbanidad miope justifique esa anomalía, como si en los tiempos prepandémicos su céntrico protagonismo no fuese exclusiva consecuencia de los beneficios de vivir en los salones de los canapés.
A Encuentra, parafraseando al maestro Oteiza al que tanto admiramos, habrá que recordarle, por si acaso, esa frase que encierra la defensa de la creación al margen de uno mismo, la independencia que emana de la marginalidad y el desprecio hacia el mercado, una reflexión que encierra la verdad suprema del arte: Nunca malogres tu carrera de perdedor con un éxito de mierda.