Menudo año. El virus, los indultos y, de postre, la Eurocopa. Seamos inclusivos: están los cuñados a libro, libra, libre por día, que ya es. Sale uno al bar con el noble propósito de volver borracho a casa y solo encuentra discursos épicos y soluciones de todólogos. Y así no hay forma. Vamos, que te cortan el rollo. Eso sí, lo que ponga en la pantalla. Cuánto mal ha hecho google. Y es que salía del aparcamiento la madre con el BMW descapotable cuando rayó el coche de delante y mientras huía nerviosa mirando por el retrovisor el niño le decía asombrado: …pero mamá, ¿nosotros no éramos ricos? Pues eso, comunismo o libertad.
Cierro línea editorial, que a mí me pagan por hablar del más divertido, atrayente e interesante festival de fotografía que encontrarse uno pueda, aún sin buscarlo. Les confesaré algo: BFoto es una secta. No, no marca la biblia con billetes de quinientos, como hacen otros, estoy hablando de una secta-secta, de los que se meten cosas en el cuerpo. Poca broma. Cuando seleccionan proyectos fotográficos abundan los nombres en inglés, ingles, lo público, lo púbico, planos cenitales, planos genitales y una cierta búsqueda de eternidad, lo de siempre. Eso en sí no es malo, peor es jugar a padel o comer humus y no digo nada. Así pasan muchas noches, demorando los acuerdos y pensando exclusivamente en ir a cenar para ver si repiten pizca, como si estuviesen eligiendo papa. Había un miembro del jurado que ya ha pasado a mejor vida (se ha jubilado) inmerso de lleno en la etapa holofrástica (se le entendía todo cuando hablaba, para los logopedas) y siempre zanjaba los debates con la misma frase. Pero este…¿no es un poco gordo ya pa hacer estas tontadas? Dale a next, Julio.
Yo no quiero hablar, pero aún es mejor cuando eligen cartel. Palabras como lapsus calami, irredento o prosemia la emplean como lectura y jazz usted en Tinder. Y alguno, por ese no se qué, defiende el blanco y negro como mi vecina la castidad de su hijo en el erasmus y alude a la abstracción, a la pureza y a la pulsión escópica. Los demás, para no parecer tontos, corean al unísono ¡eso, eso, que se joda la foto en color! Y es que está mal que lo cuente, pero el periodismo de investigación no contempla peajes, no admite sobornos, no teme al poder y nunca, nunca, cita a sus fuentes, por no hacer quedar mal al tesorero de Afib.

Acuerdos de verdad solo he visto cuando traen la cena. Bocatas a escote, no vaya usted a pensar que paga la Gürtel. Y allí llegan los grandes pactos, que no sabe uno si está en Afib o en la conferencia de Yalta. Eso es repartir y no Bud Spencer. Huelga decir que hay vino. No como para una boda, pero hay vino. Y hace más fácil los acuerdos, mejora el entendimiento y estimula la glotis. Y cuando uno ha pedido calamares de los buenos, quiere calamares de los buenos y no se va a casar con nadie, como Toni Cantó.
Al final, y contra todo pronóstico, llegan a tiempo y presentan un festival que, sí no fuera porque uno es de Monzón, hasta diría que está bastante bien. Es verdad que no ha salido aún en el Babelia, intuimos que nos han vetado, pero como si oyéramos llover. Nosotros nos dedicamos a espectadores como usted, gente seria, culta y leída, que lee el quijote casi todos los días, no como algunos casquivanos medios de comunicación que sobreviven con, clickbaits y fake news (cebos y filfas si eres más del London Calling que de viajes low cost a London).
Este año la fotografía también estará en la calle, un buen sitio para ver lo que se cuece. Será como un encuentro, como cuando tienes la cuenta al descubierto (qué bonito término, qué bella alegoría, como si la cuenta hubiese hecho fuineta) y te tropiezas al director de la oficina en la calle y en lugar de saludarlo con esa elegancia lumbar con la que él abría la puerta a los de Sodeto, tú haces como si te llaman al móvil y te pones la mascarilla subida hasta la frente. Que Marina Abramović estará muy bien, pero anda que no hay happenings por la calle esperando su momento. Bueno, las fotos. Ver una fotografía en la calle es tan asombroso como ver una jineta en la noche y ver muchas será hacerse jinetera, digo yo, pero del inmortal arte de la representación…
(Ejem, le he mandado esto a Pano para ver si era el tono adecuado del artículo y me dice que él no censura nada, pero que explique algo concreto del festival de una vez. Joder con el Pravda. Pano, desde aquí te lo digo, estás coartando mi libertad periodística, ahora que te iba pedir un aumento.)

Vale, vamos allá: la octava edición de BFoto tiene como lema Miénteme, un poco por Johnny Guitar y otro poco porque la mentira, antaño tan mal vista, tiene en la actualidad un no-se-qué, esa sensación de cierto prestigio social que da ser más mentiroso que los demás (abstenerse políticos y profesores de idiomas). A las filfas de toda la vida se las llama ahora fake news, que vienen a ser, sintetizando, las noticias de los medios esos que usted dice no mirar ni escuchar, esto es, los medios ajenos, que los propios son paradigma de rigor informativo, imparcialidad y mesura. Y como la fotografía siempre es mentira, tiene además bastante relación con el festival. Ya sé que usted no, pero en las redes sociales la gente solo cuelga yates, playas sin neveras portátiles y atardeceres en la bahía de Halong. La industrialización del narcisismo tiene consecuencias que la fotografía documenta, qué le vamos a hacer. Pero este festival es de fotografía emergente. Emergente: que no es sumergente, desatente o difidente, aunque puede ser barbiponiente, concupiscente e iridiscente. Una apuesta por esos trabajos que no han tenido, todavía, cauces expositivos. Gente que cree en lo que hace y quiere contarlo. Y además de poder verse en los sitios habituales, estará también en la calle, al descubierto, como la cuenta de antes. Está bien que lo que ha sido hecho para mostrarse se pueda encontrar sin ir a buscarlo, convirtiendo a todo el mundo en espectador de una mirada sobre el mundo que plantea preguntas, descubre secretos o, simplemente, te destroza la vida. Estaría bien que, de camino hacia esos lugares en los que practica actividades perniciosas que inclinan el cuerpo a la molicie y la mente al libertinaje, se detenga a contemplar los trabajos que encontrará en la calle y, además y por supuesto, los que requieren cruzar un umbral, físico o mental.
Por eso lo de dos españoles, tres opiniones, porque mentir está muy bien, ayuda a la supervivencia y justifica, conceptualmente, festivales. Y es que, como dijo un gallego enigmático: si le digo la verdad, le mentiría.
BFoto, un festival que junta la calle y la fotografía. Qué más quiere.
