El bosque aguarda, sereno, su propio descubrimiento. Tan sólo unos raíles quiebran el paisaje: detrás del frondoso abanico de sabinas, pinos y robles de sonrosado envés canturrean los pájaros, observando con curiosidad cada tímido movimiento de los matorrales; trepan las ardillas en busca del fruto caduco, insectos y reptiles corretean, nerviosos, en busca de refugio o sol que apacigüe la humedad que habita el ambiente. En medio, un lago, el último vestigio de un ancestral glaciar de una época en la que la tierra que conforma el Estado de Massachusetts estaba enterrada bajo el hielo. La mayoría de quienes atraviesan el vergel desconocen su verdad: la patria del ser humano no se encuentra entre el ajetreo de la ciudad, sino allí, rodeada por los árboles y las aves, el lago y su refrior, la persona en sí misma.

Cuando Henry David Thoreause instaló durante algo más de dos años en una cabaña en los alrededores del lago Walden, en el actual extrarradio de Boston, el padre de la literatura norteamericana buscaba, ante todo, paz. Conocía bien el efecto que la naciente sociedad industrial comenzaba a ejercer sobre las personas: la multiplicación de los vicios mundanos, la dedicación del tiempo de vida por y para el trabajo, la naturaleza domesticada para que la gran maquinaria obrera siga en marcha sin obstáculos. Él, agrimensor de profesión, fabricante también, tenía razones para hablar y también para callar en la edificación de aquel nuevo orden. Así que decidió sumergirse en una experiencia que le permitiera aislarse de un tipo de sociedad con la que comenzaba a no identificarse y tener tiempo de esta manera para pensar y corroborar cuál necesario llegaba a ser el contacto social en la era del vapor y de la riqueza ilimitada.

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Además de sus archiconocidos libros Waldeny Todo lo bueno es libre y salvaje, frutos del tiempo que pasó en el bosque bostoniano, el filósofo fue escribiendo diversas anotaciones a modo de diario donde recogiódes de pensamientos hasta vivencias, siempre impregnadas de un tono íntimo que dotan de contexto a su obra más rigurosa y extensa, y que por sí mismas poseen gran valor al abarcar multitud de sus ideas animadas porlas influencias en las que se gestaron y la dimensión humana del autor.

Es lo que se recoge en El gran invierno, una cuidada recopilación de fragmentos de los diarios de Thoreau que tienen en común la estación del año en la que, al parecer, fueron escritos, el invierno. Se trata de un libro curioso en tanto a que despierta el ineludible deseo humano de cotillear en el pensar de alguien que sabemos que existió realmente y no en un personaje de ficción. O casi, porque no existe la objetividad plena en la literatura. El gran invierno proporciona de esta manera una mirada enriquecedora donde el invierno, duro e intenso en las latitudes en las que escribió el escritor norteamericano, representa una oportunidad para la observación, para la calma y para el sosiego después de los meses de tareas agrícolas. El invierno es la senectud de las estaciones; su manto de pétalos de hielo, la oportunidad para reinventarse antes de la llegada de la efervescente primavera. Ante la naturaleza, ¿qué podemos hacer, sino admirarla y mimetizarnos con ella? Thoreau describe así esta experiencia mediante la particular visión del atardecer, instante colmado de simbolismo para el autor: «Dichoso aquel que todos los días puede contemplar algo tan puro y sereno como el cielo de poniente al atardecer, mientras las revoluciones afligen el mundo. No necesariamente hay invierno en el cielo, aunque la nieve cubra la tierra. El cielo siempre está dispuesto para responder a nuestros ánimos. Podemos ver en él el verano o el invierno».

Errata Naturae publica en castellano esta generosa recopilación de pensamientos y vivencias de uno de los escritores más reconocidos de la historia cuya impronta, además de nutrir buena parte de la literatura occidental, puede encontrarse en las propuestas filosóficas y políticas de Tolstói o Gandhi, entre otros. En un formato manejable y de buena calidad, contando con la traducción del inglés de Silvia Moreno Parrado, este libro les ofrecerá reflexión, entretenimiento y belleza en cada frase. No se lo pierdan.

 

 

 

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