Pormenor calle Las Fuentes junto al río Vero

Curiosidades y anécdotas históricas del Somontano

En el año 1553 llegaba a Barbastro Joan de Araçil, cantero vasco contratado por el Concejo local, para trabajar en la fuente denominada entre los vecinos como “De los Frailes”. Estaba, y sigue estando actualmente, ubicada extramuros, junto al convento de San Francisco de Asís, en la margen izquierda del río Vero

DPH

La responsabilidad de la obra recayó en el maestro-escultor francés Jaques Guertch, residente en aquella época en Calasanz, localidad ribagorzana, y se le encomendó acondicionar únicamente de manera ornamental, pues el surtidor ya existía, al obsoleto manantial del que tan solo brotaba un solitario chorro de agua, que se perdía entre huertas y el caudal del río. En aquellos días, el proyecto, si bien nada ambicioso, fue totalmente innovador. 

Antigua imagen de la calle de Las Fuentes, de Barbastro. (1)

Motivos decorativos geométricos y vegetales, molduras, guirnaldas en relieve y pilastras con sus capiteles, enmarcaban al conjunto renacentista principal: cuatro mascarones que acogían a los caños y, bajo una arcada de medio punto, protegida por una estructura de cuerpo cuadrado, dos toscos ángeles flanqueando el escudo de la ciudad, labrado en un medallón. Como materia prima se optó por los sillares blancos procedentes de la cantera caliza de Fonz, que extrajeron en plena zona serrana y trasladaron hasta Barbastro a través de la barca del Cinca. 

Una vez superado este alcorce, utilizaron carruajes tirados por bueyes para arribar al destino programado. La obra duró aproximadamente cinco meses, por lo que se cumplió escrupulosamente con lo firmado en el contrato previo, y, a su conclusión, los miembros de la Corporación municipal ratificaron y aprobaron la validez de las reformas, liquidando a los maestros y obreros todo lo que les adeudaban.

Fuente Calle las Fuentes de Barbastro

El agua es sinónimo ineluctable de vida, de ahí que nuestros pueblos crecieron a la vera de los ríos y manantiales, imprescindibles para el consumo propio, cocinar, el lavado de diferentes productos, la higiene personal, los riegos, baños, acequias, molinos… Las fuentes, además, desempeñaron en los municipios un papel ornamental, simbólico y de prestigio, representando el orgullo y buen hacer de las autoridades, quienes pretendían la prosperidad de sus convecinos pero también conseguir notoriedad y promocionarse con aquellas obras de alto valor paisajístico. 

El auge de estas artísticas fontanas en el Somontano coincidió con el Renacimiento tardío. Los canteros y artistas priorizaron la perfección estética y la monumentalidad, dejando en un segundo plano su funcionalidad. Previamente refería a que el proyecto que nos ocupa en esta colaboración se diseñó sin grandes ambiciones, basándome fundamentalmente en que aquella construcción no se caracterizó precisamente por su magnitud, aunque la ciudad barbastrense podía haber levantado una obra de mayores proporciones y mucho más monumental. Cuantos más caños disponía el manantial, mayor prestigio para la localidad. De ahí que en la de San Francisco acondicionaran cuatro de ellos a pesar de las reducidas medidas de la construcción, igualando en número a la de Barbuñales, y superando a fuentes también contemporáneas como las de Abiego y Alquézar, que tenían tres, y a las de Azlor y Buera que contaron tan sólo con un conducto. 

Ignoramos la cantidad de canales que tuvo la fuente primaria de Estadilla, pero las reformas a las que se la sometió en el año 1735, en un alarde de altivez popular le procuraron la friolera de doce caños, convirtiéndola, hoy en día, en una de las más descomunales de Aragón. Quizás este hecho se dio obligado por la presencia cercana de la fuente de Fonz, en el Cinca Medio, que fue construida en el año 1567 y a la que se le proporcionaron seis conductos, dos más que la de San Francisco. Estadilla, pues, no podía ser menos. 

Narra la leyenda urbana que, en la noche de San Juan, era tradición que las mujeres de Barbastro se acercaran a la antigua fontana “De los Frailes” para lavarse la cara con sus aguas, hecho que les aseguraba belleza y salud para el resto del año. Hagamos lo propio y de manera asidua con las fuentes y manantiales de nuestra comarca, pero, en este caso concreto, para conservarlas en plenas condiciones y poderlas dejar como prestigioso legado a nuestras generaciones venideras.

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