Fachada de la biblioteca de Celso en Éfeso, un mausoleo para Tiberio Julio Celso Polemeano

En la ciudad del Vero disponemos de varias librerías, papelerías y bibliotecas, en este último caso sin contar las de los centros escolares.

La palabra librería procede del latín liber, libri. En la antigua Grecia los libros surgieron en la isla de Creta, donde se han descubierto escritos en tablillas de barro en jeroglífico, Lineal A y Lineal B. También se ha descubierto el Disco de Festos con más de 240 signos impresos, 45 de ellos pictóricos diferentes. Los aqueos modificaron la escritura cretense Lineal A en Lineal B, que es un protogriego silábico primitivo. En el siglo IX a.C. se empezó a usar un alfabeto de origen fenicio, con una novedad: los griegos introdujeron las vocales. El alfabeto latino es de origen etrusco, que lo tomaron a su vez de los griegos. El testimonio más antiguo es el llamado Lapis Niger (Piedra Negra), del siglo VI a.C., hallado en el Foro de Roma, sobre la tumba de Rómulo.

GOBIERNO DE ARAGON LATERAL
GOBIERNO DE ARAGON

Como derivados de la palabra latina tenemos: librero / -a, libreril, librario / -a, libreto, libreta, libretista, librear o comerciar con libros, library (biblioteca en Inglés), llibre (Català), livre (Francés), livro (Portugués)…

La palabra papelería, por su parte, procede del nombre latino de la planta Cyperus papyrus (en Griego πάπυρος, como vemos en papirología o papiroflexia), una hierba palustre acuática de la familia de las ciperáceas muy común en el río Nilo en Egipto y en otros lugares de la cuenca mediterránea, que empezó a usarse de forma generalizada con Alejandro Magno (s. IV a.C.), y que con el tiempo, debido a su fragilidad, fue sustituido por un material más duradero: el pergamino (Del lat. Tardío pergamīnum, y este del gr. bizant. περγαμηνή pergamēnḗ; literalmente “de Pérgamo”, porque en esta ciudad se preparaban las pieles -de cordero u otros animales- para escribir). Empero, debido a lo caro que resultaba su elaboración, en ocasiones se reutilizaban raspando el texto anterior, en un intento de borrado: son los llamados palimpsestos (en Griego παλίμψηστον, que significa “grabado nuevamente”). Afortunadamente, gracias a modernas técnicas se han podido reconstruir los primitivos escritos.

Finalmente, la palabra biblioteca procede de la lengua griega. Famosas en la Antigüedad fueron la biblioteca de Asurbanipal en Nínive (Irak), la de Aristóteles en Atenas, la de Alejandría en Egipto, las de Antioquía, Pérgamo, Constantinopla y Éfeso en Turquía, la de la Villa de los Papiros en Herculano (Italia) o la Ulpia en Roma. Influenciados por la proliferación del libro en Grecia, los romanos comenzaron con la producción y edición de libros en el siglo I de nuestra era. En un principio, las bibliotecas eran privadas, aunque con el tiempo el Estado Romano empezó a construir bibliotecas públicas. Como dato, diremos que, hacia finales del siglo IV d.C., en época tardoimperial, Roma contaba con más de 25 bibliotecas.

Otras palabras cultas derivadas de la raíz griega biblio-, que en algunos casos no recoge el diccionario de la RAE, son: bibliotecario / -a, bibliomanía o afición desmedida a los libros, bibliómano / -a, bibliología, bibliomancia o arte adivinatoria que consiste en abrir un libro al azar e interpretar lo que pone, bibliotecología o ciencia que estudia las bibliotecas en todos sus aspectos, biblioteconomía, bibliofilia o gusto por los libros, bibliografía, bibliográfico / -a, bibliógrafo / -a, bibliofobia o medio irracional a los libros o a ciertas lecturas, biblioclastia o destrucción de bibliotecas, bibliocleptomanía o gusto morboso por robar libros, generalmente baratos, bibliotecnia o técnica de elaboración de libros, bibliópola o librero, bibliopatía o pasión violenta, irrefrenable, irresistible e inconquistable por los libros, bibliópata.…

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