“Noticia histórica de la aparición de Nuestra Señora de la Carrodillla venerada en el Santuario de la Sierra de Estadilla. Barcelona, septiembre de 1968 por Don Antonio Ferrando de Agustín.”
Así es como se titula el pequeño librero que recoge la historia de Nuestra Señora de la Carrodilla, que con tanto cariño y cuidado guarda nuestro vecino David Sallan. Una mañana soleada, David se acercó a las oficinas del Ayuntamiento para enseñarnos este preciado libro y que todos pudiéramos disfrutar de nuestra historia y celebraciones, sabiendo que nuestras tradiciones más queridas, nunca se alejarán de nosotros:
“La antigua y noble villa de Estadilla, en el reino de Aragón, está situada en la ribera izquierda del Cinca. Para el riego de su extensa huerta baja recibe las aguas del Esera por acequia, que atraviesa los términos del pueblo vecino de Estada, y que construyeron los vecinos de la villa, en virtud de cesión de los terrenos convenientes al objeto, en 26 de Mayo de 1331, en cuya época se hizo igualmente el molino harinero, para el servicio de los vecinos, cual es de ver de la escritura de cesión otorgada por el mismo señor. (…)
En la misma época se edificó el grandioso templo parroquial, de los más espaciosos de la provincia y cuyo Capítulo se componía de un señor Abad y nueve Racioneros con privilegio de ser elegidos por los vecinos, hasta que por convenio con la Corona se decidió para dicho nombramiento que el pueblo disfrutase de aquel privilegio cuatro meses al año y los ocho restantes nombrara S.M., debiendo recaer el nombramiento en hijos nacidos en Estadilla, según consta de la real cédula de 8 de Diciembre de 1765. (…)
Pero lo que más enalteció a la villa y sus moradores fue la grandiosa aparición de María Santísima en uno de los términos del distrito municipal y en sitio distante como una legua de la villa, donde se hizo una hermosa iglesia y se venera con el título de la Carrodilla.
Esta gracia y portentoso privilegio dispensado a los estadillanos tuvo lugar a fines del siglo XIII, según la opinión del Reverendo Padre Narciso Comós y cuya narración abreviada, es como sigue:

Hallándose en uno de los días del florido mes de Mayo, cuando todo respira alegría, los pájaros con sus cantos, los campos con sus flores, los árboles con sus talles y todo ser que vive ensalza al Omnipotente por su creación, se hallaban dos pobres y virtuosos carboneros de Estadilla, llamados Portolés y Beteza, apellidos montañeses que aun se conocen en la comarca, cortando leñas en el monte llamado de San Salvador para hacer carbón y atender con su producto al sostenimiento de sus familias; cuando se les apareció rodeada de un luminoso resplandor María Santísima, sentada sobre el carro que los mismos carboneros habían fabricado con su industria y les dijo “Que era su voluntad fuese en aquel lugar venerada su imagen y que de ello diesen noticia y aviso a las autoridades y vecinos de Estadilla”
Llenó de estupor a los virtuosos carboneros la santísima gracia de la Reina de cielos y tierra les dispensaba haciéndoles emisarios de su mandato, y dejando el trabajo, presurosos, se dirigieron a la villa y presentáronse a cumplir su cometido ante las corporaciones eclesiástica, civil y vecinos convocados a quienes expresaron la altísima misión de que eran portadores.
En vez de una religiosa acogida que los carboneros habían prometido de parte de sus convecinos, sufrieron el desconsuelo de no ser creídos, siendo burlados sus santísimos anuncios. Apesadumbrados los virtuosos emisarios de María Santísima por tal resultado y llenos de aflicción por tener que expresarle la extraña acogida volvieron al monte de San Salvador y expusieron a la poderosa Señora cuanto les había ocurrido en Estadilla.
Oído el relato de los afligidos carboneros, María Santísima les previno fuesen de nuevo a la villa con igual cometido, dándoles, para que en esta segunda vez fuesen creídos, una señal evidente que consintió en unir la mano de uno de ellos a su propia mejilla, con tal adhesión, que fuerzas humanas no pudieran separársela; y en tal forma presentáronse de nuevo al vecindario que después de lamentar su poca fe en la primera embajada, fue admirada la aparición de la excelsa Reina y desde entonces veneraron a María Santísima, fuente perenne de gracias celestiales. (…)”
Este año nos volveremos a encontrar, mañana 8 de abril, en nuestra querida Sierra. ¡Os esperamos!