Hotel fonda San Ramón
Foto de familia, junio de 1956

En la España de 1850 no resultaba nada fácil ser una mujer, ni aun siendo niña. Y era especialmente difícil en zonas rurales de montaña como la Sierra de Guara.

El poco tiempo que le quedaba disponible a Rita Villacampa después de atender a sus obligaciones en la casa familiar y de ayudar a sus padres en las labores del campo, lo pasaba jugando con su hermana Juliana y recorriendo caminos, campos y bosques.

DPH

Tanto Juliana como Rita tuvieron que desempeñar responsabilidades mucho antes de lo que les hubiera correspondido por su edad biológica.

La naturaleza proveía a las familias de Guara de los alimentos básicos imprescindibles para subsistir, pero la proximidad de Barbastro como gran centro económico y comercial de la provincia, les anunciaba toda una serie de productos que atraían su interés y que estaban fuera de su alcance.

Rita recordaba con nostalgia como los niños de Nocito corrían como locos hasta el centro de la localidad cuando alguien avisaba que había llegado un buhonero.

Este personaje, hoy desaparecido de nuestras vidas y que se nos antoja entrañable y romántico, resolvía con su presencia las necesidades e ilusiones de productos que para los habitantes de Nocito y de los pequeños pueblos próximos parecían exóticos.

Latas, bacalao, azúcar, arroz, chocolate, tabaco, telas y trastos varios, entre otros, eran algunas de las mercaderías que ponían estos vendedores errantes a disposición de los habitantes de Guara.

La realidad es que tenía un mérito enorme el esfuerzo que realizaban estos pintorescos nómadas recorriendo decenas de kilómetros cargados de mercancías por caminos dificultosos y agotadores.

La ayuda de burros y caballerías era imprescindible para superar los obstáculos e inconvenientes a que les retaban senderos, caminos y veredas de acceso a pueblos ubicados en la montaña. Los ataques de bandoleros, bandidos o salteadores constituían otro de los problemas a los que debían enfrentarse.

Rita explicaba que nunca acabó de entender como aquellos hombres podían extraer de los lomos de aquellos animales o de los pequeños carros de los que tiraban aquellas enormes cantidades de productos. Simplemente le parecía mágico.

Pascual Madoz, ilustre político, geógrafo y escritor Navarro, criado y educado en Barbastro describe en su Diccionario Geográfico, escrito en 1849, el pueblo donde nació Rita:

“Nocito: Su clima es destemplado y propenso á pulmonías y catarros. Se compone de 22 casas incluida la consistorial y la cárcel, una calle estrecha y empedrada, una fuente e igl. parr. (San Juan Bautista), servida por un cura párroco de cuarta clase que pasa á decir misa los días de precepto al anejo de Belsué de Nocito. Comprende dentro de su circunferencia el Santuario de San Úrbez. Y una erm. dedicada á San Pedro. El r. Guatizalema tiene su origen dentro de la jurisdicción del mismo corriendo con dirección al S. y cruzándole un puente de piedra que da paso á uno de otro barrio de los dos en que está dividida la pobl. El TERRENO es quebrado y de muy mala calidad y tiene poca parte de regadío: el único monte que se levanta en él es el llamado Pillera de Guara, poblado de pinos, robles, hayas y otros àrboles. Los CAMINOS dirigen al valle de Broto y Huesca, en mal estado: la CORRESPONDENCIA va á buscarla á Huesca todos los domingos un encargado. PROD: mistura, avena, poca hilaza, patatas y escasas legumbres: cria ganado lanar, caza de perdices y conejos, y pesca de barbos. IND: un molino harinero. POBL: 28 vec., 179 almas. RIQUEZA IMP: 38.614 rs. CONTR: 4.695 rs.” (1).

(1) rs. hace referencia a reales, moneda de la época. La peseta nació en España como como moneda oficial en 1868.

Historia de una mujer en la España de 1850
Foto de familia, junio de 1956

Los apellidos de Rita daban nombre a dos de las casas más importantes de Nocito que se encontraban en el Barrio De San Pedro. La Casa Villacampa y la Casa Ciprés siguen hoy en pie, erguidas y orgullosas adaptándose a los retos del siglo XXI.

La familia y los vecinos de Rita eran agricultores y criadores de ovejas, cabras, vacas, mulas y cerdos. Recogidas las cosechas bajaban al Somontano a intercambiar los excedentes de patatas y judías por vino y aceite. La base de la alimentación que aprendió de sus mayores se sustentaba en el consumo frecuente de patatas, judías, acelgas, coles y cebollas.

Como todas las niñas de su entorno Rita aprendió desde pequeña una cocina de resistencia que marcó su futuro. Con lo poco de que disponía se enfrentaba al reto de cocinar platos variados, saludables y apetitosos para sus mayores.

Aprendió a preparar desde muy niña sopas de pan, tortillas de migas de pan, pan con tocino y lechuga con tomate. De este último plató adoptó la costumbre de sus padres de beberse como postre el aliño restante de aceite y vinagre. Tambien de postre preparaba membrillo y “cullestro”.

Del monte aprovechaba Rita todo aquello que podía mejorar su cocina. Con tan solo 10 años ya recogía moras y frutas silvestres con los que aderezaba sus guisos o preparaba mermeladas. Sus mayores cazaban jabalíes y conejos que gracias a las enseñanzas de su madre y de su abuela aprendió a cocinar con gran maestría.

Cuando la lluvia y la humedad lo permitían, Rita y Juliana salían a buscar caracoles que guisaban con ajoaceite y vino y que como plato único hacía las delicias de sus mayores.

De vez en cuando cocinaba barbos y truchas que ella misma había aprendido a pescar en los riachuelos próximos al pueblo.

La carne era uno de los lujos que raramente podían permitirse. Estaba reservada para fechas muy especiales. En caso de enfermedad de algún miembro de la familia el tratamiento consistía en matar una gallina o un pollo para hacer un buen caldo. Y se le daba al enfermo acompañado de infusiones de manzanilla que crecía libre en el monte. Si era posible y el buhonero había visitado Nocito, daban al enfermo un poco de chocolate.

Los niños vivían de la leche materna durante mucho tiempo para pasar poco a poco a ingerir sopas hervidas. Cuando empezaban a tragar y se iniciaban en los primeros alimentos sólidos, las madres masticaban alimentos de mayores durante largo rato y luego las colocaban en las bocas de sus hijos para facilitar su deglución exactamente igual que hacían y hacen los pájaros con sus polluelos.

Todas estas vivencias marcaron la vida y el carácter de Rita que con doce años marchó de Nocito hacia Selgua para no volver.

Sal de Ronda
GOB ARAGON surge
SUSCRIPCION

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here