A medio camino entre Naval y Mipanas, a 606 metros de altitud, se halla la aldea de Rosico, cerca ya del límite con la comarca de Sobrarbe.
Las referencias históricas a este lugar nos remontan al Obispado de Huesca hasta 1571, año en que pasa al de Barbastro. En 1873 figura como aldea de Mipanas. Actualmente pertenece al municipio de Naval, aunque anteriormente formaba parte del extinto municipio de Mipanas, junto otras localidades de la zona, todas despobladas, como Paúl, Montarnero, La Sierra, La Sosa y La Muela.
En el nomenclátor de 1873 figuran 3 edificios y durante el siglo XX la población fue como sigue: en 1900 alcanza 22 habitantes; en 1910: 14; en 1920, 13; en 1930, 12; en 1940 y 1950, 17 y, finalmente, en 1960, 16 residentes. Desde 1970 ya no aparece en los censos de población.
La construcción del pantano de El Grado es el factor determinante para el abandono del pueblo. En 1962 se produce la venta de la aldea al Patrimonio Forestal del Estado. Así, las tres casas de Rosico cerraron sus puertas casi simultáneamente y pusieron rumbo a Naval, aunque posteriormente los de casa Arcas marcharon a Lérida, los de Plana a Zaragoza y los de Román a Barcelona.
El acceso, ya sea caminando o en todoterreno, se puede realizar mediante la pista que conduce a Montarnero y que nace en la carretera de Naval a El Grado-Lo Grau.
Rosico, como hemos indicado, está compuesto por tres casas: Arcas, Plana y Román.

Las dos últimas se encuentran irreconocibles y en ruina absoluta, mientras que la primera, algo alejada de las anteriores, todavía mantiene –por cierto tiempo– su fisonomía, aunque en deterioro progresivo. De hecho, la primera casa que cayó fue Román, ya que estaba construida con adobe. Por el contrario, las otras dos se alzaron con piedra.
Aurelia Lacambra Mora
Más en concreto, gracias al testimonio de Aurelia Lacambra Mora, sabemos que la distribución de casa Plana era la siguiente: contaba con dos entradas, una por la parte de abajo y la otra por arriba. Ya dentro del edificio, en la izquierda se encontraba el fregadero, el comedor con una mesa grande y una ventana. En la mitad de la sala había una cocina con cadiera y una escalera que conducía a una alcoba, dos salones y el granero, donde se guardaba el pan y los jamones. En el sótano se ubicaban la cuadra de los machos y los otros animales: el tocino, las cabras y las gallinas. Dos escaleras más abajo del sótano se localizaban el trujar y la bodega. Por último, en el piso superior se hallaba la falsa con el conejar y los pastos para las caballerías. Exentos del edificio, hay que señalar la era y el corral del ganado que albergaba a cabras, ovejas, corderos y patos.
De las tres casas, únicamente la de Román contaba con horno, que estaba hecho de piedra en la roca. En cambio, todas tenían bodega y trujar. De esta forma, cada una hacía su propio vino. De igual manera, la armonía entre las tres casas era continua, puesto que, por ejemplo, se intercambian productos o se ayudaban mutuamente en todo lo necesario. Tanto es así que, pese a las múltiples carencias de la vida diaria, los habitantes de Rosico “éramos felices con tan pocas cosas”.

Otro de los elementos destacables de Rosico, cerca de casa Arcas, es un crucero fechado en 1880 con varias inscripciones: “A ti pecador cuando veas esta cruz por nuestro amor espiro / en ella hallaras perdon si lo pides implorando salvacion rezando un padre nuestro AÑO 1880 D. N. MARIANO PLANA I PLANAS”.
En otro orden de cosas, Rosico no disponía de iglesia ni de ninguna capilla en sus casas. Así que sus habitantes iban al templo del vecino pueblo de Montarnero. El cura de Naval era quien se desplazaba en caballería dos veces al mes y oficiaba la misa en aquella localidad. A mitad del siglo XX se juntaban alrededor de 30 o 40 personas en las diversas ceremonias.
El 25 de abril se celebraban las fiestas en honor a San Marcos y duraban dos o tres días. Amenizaban los festejos un violinista y un acordeonista de Naval. Igualmente, mataban un cordero, repartían torta en la cruz y se oficiaba misa en la iglesia de Montarnero. A estas fiestas se acercaban personas de Montarnero, Paúl, Mipanas, La Sierra, Naval y El Grado-Lo Grau.
El comercio se llevaba a cabo fundamentalmente con El Grado-Lo Grau y Naval. En esta última población se encontraba el médico, el cartero, el herrero, el colchonero, el carpintero, el matachín y la Guardia Civil. Los agentes de la Benemérita se acercaban todas las semanas. Asimismo, los habitantes de Rosico compraban mucho en Barbastro. Para ello bajaban caminando hasta La Sosa y desde allí cogían el autobús hasta la capital somontanesa. Otro punto de compra era Graus, en cuya feria se adquirían las caballerías y los cerdos. No obstante, a Rosico se acercaban feriantes para vender ropa e hilo y después proseguían su camino hasta Paúl y Mipanas. El trueque era la fórmula de pago, mayoritariamente por medio de almendras.
En cuanto a los animales de cría eran: conejos, gallinas, corderos y uno o dos cerdos. Además tenían varias cabras para la producción de leche. Aparte, sembraban trigo, que era llevado al molino de Naval, y plantaban judías, patatas, tomates, coles, acelgas, habas, remolacha, nabos, garbanzos, guijas y alcachofas. Los árboles más comunes eran el melocotonero, el peral, el manzano, el granado, el membrillero y, sobre todo, la almendrera, cuyo fruto se vendía. Del mismo modo, se mataba un cerdo y un cordero o cabra al año. Cazaban especialmente perdices, tordos y conejos, pero también, aunque menos, jabalíes y palomos.
Ante la falta de luz eléctrica, los habitantes de Rosico se iluminaban con candiles de aceite y de carburo.
En cuanto al agua de consumo, iban en macho con cuatro cántaros a la fuente. Además, casa Arcas y casa Plana disponían de sus respectivas balsas para recoger el agua de lluvia. Para lavar se dirigían al río Llastre o al barranco de Rosico, aunque antiguamente lo hacían en el río Cinca.
Durante la década de los años 50 del siglo pasado, los niños de Rosico, junto a los de Montarnero, Paúl, Naval y los pequeños de la familia que habitaba la ermita de los Dolores, iban a la escuela de Naval. Su ocio se repartía entre correr por el campo, jugar al tejo, encorrer conejos y pájaros y fabricar camiones con latas de sardinas.
Por otra parte, la gente de Rosico iban de romería a las ermitas de la Virgen de los Dolores y Santa Quiteria de Naval y a la ermita antigua de Torreciudad de El Grado-Lo Grau. Además, las tierras de Rosico eran el destino de pastores de las montañas de Sobrarbe para apacentar durante varios meses de otoño e invierno.
Finalmente, queremos manifestar nuestro profundo agradecimiento a Aurelia Lacambra Mora, de casa Plana, por evocar sus recuerdos en Rosico, así como a José Antonio Orús por su colaboración.
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