Todos venimos al mundo con una luz en nuestro corazón que nos hace únicos y especiales. Cada uno en nuestro interior guarda las semillas de maravillosos dones que como frutos, una vez maduros, podemos ofrecer a los demás. Sin embargo, a medida que vamos creciendo y debido a las experiencias dolorosas que van quedando grabadas en nuestro sensible corazón, vamos apagando esa luz única que traemos. Algunos la bajan, otros la camuflan para protegerse y para no sentirse diferentes, incluso hay quienes llegan a olvidarse por completo de la luz que una vez brilló en su interior. Así andamos por la vida, desconectados de todo aquello que nos hace sentir porque el sentir nos lleva a revivir aquellas experiencias dolorosas que hemos sepultado tras multitud de máscaras que nos alejan de quienes somos en realidad.
Llega un momento en el que el síntoma llama a tu puerta en forma de ansiedad, falta de energía, tristeza profunda, estrés… Y es aquí donde una decisión lo cambia todo: ¿decides ocultar e ignorar tu malestar, o decides escucharlo? Si decides escucharlo debes saber que has de atreverte a entrar en tus profundidades, bucear en tu dolor para, con amor, ir recogiendo, uniendo y sanando aquellas partes de ti que se disociaron como mecanismo de supervivencia. Alma, mente y emoción han de darse la mano.
Solo hay una salida al dolor y está en tu interior. Precisamente, es en la oscuridad y soledad donde la crisálida encuentra su fuerza, el motor que le lleva a salir de lo que antes era su zona de confort y desplegar sus alas convertida en una hermosa mariposa.
No temas si estás atravesando una etapa o situación difícil puesto que cierta oscuridad te permite ver el brillo de tu alma. No te rindas, confía en el poder inmenso que habita en tu corazón y vuela hasta donde tu corazón te lleve, porque por allí es.