Los que habitamos zonas urbanas vivimos inmersos en una espiral de ruido que, con el paso de las décadas, hemos considerado normal, es decir, en mayor o en menor medida, nos hemos habituado a ella. No hay nada peor que estar padeciendo un dolor y acostumbrarse a él. Ese dolor degenera en nuestro interior y sin darnos cuenta, deriva en algo peor.
Soportamos a diario la estridencia del tráfico rodado (hago especial hincapié en las motocicletas, que se pasean a sus anchas atronando por las calles, en muchas ocasiones “trucadas” con el tubo de escape modificado), las sirenas de la policía, de las ambulancias, de los bomberos, los martillos neumáticos y demás maquinaria utilizada en obras públicas y privadas, el perro del vecino, las manifestaciones, los descerebrados que salen con los coches tocando la bocina cuando gana su equipo, los extractores de oficinas, bares y hoteles, las fiestas patronales, las ferias o prefiestas, fiestas de los barrios, los carnavales, la Noche Vieja y como guinda del pastel, la Semana Santa.
Algunos dirán que si tanto me incomoda vivir en una ciudad, que me vaya a un desierto, que allí nadie te molestará. Desde luego que sería una solución. Sencilla y práctica, sobre todo para los que molestan. Pero el quid de la cuestión no reside en que nadie se vaya, si no en convivir todos en armonía.
El Artículo 45 de nuestra Constitución dice:
- Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo.
Y si estamos de acuerdo en que el ruido vulnera y hace mella en nuestra salud, también deberíamos de recordar el artículo 43:
- Se reconoce el derecho a la protección de la salud.
- Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto.
Además, en nuestro país existe la llamada Ley del Ruido:
La Ley 37/2003, de 17 de noviembre, del Ruido (también existe, en el mismo sentido, la Ley 7/2010, de 18 de noviembre, de protección contra la contaminación acústica de Aragón) tiene por objeto la regulación de la contaminación acústica para evitar y, en su caso, reducir, los daños que pueda provocar en la salud humana, los bienes o el medio ambiente. Se entiende por contaminación acústica la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, que impliquen molestia o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza o que causen efectos significativos en el medio ambiente.
Desde luego que asumo que no se pueden evitar (aunque si se podrían mitigar) ciertas fuentes contaminantes acústicas, tales como el tráfico, las sirenas, el ruido de una obra (que nos lo comemos con patatas), incluso el de las fiestas patronales con sus “animadas” charangas. Pero no admito la invasión desmedida de la molestia estridente de la Semana Santa. Y es de ella de la quiero hablar.
Legalidad
Desgraciadamente (por suerte para los fervientes admiradores de tan “santa”, “bella” y tradicional costumbre), hay vacíos legales que la defienden. Señalaré algunos.
En la Ley del Ruido se recoge el ámbito de aplicación de la misma en su artículo 2:
- Están sujetos a las prescripciones de esta ley todos los emisores acústicos, ya sean de titularidad pública o privada, así como las edificaciones en su calidad de receptores acústicos.
- No obstante lo dispuesto en el apartado anterior, quedan excluidos del ámbito de aplicación de esta ley los siguientes emisores acústicos:
- a) Las actividades domésticas o los comportamientos de los vecinos, cuando la contaminación acústica producida por aquéllos se mantenga dentro de límites tolerables de conformidad con las ordenanzas municipales y los usos locales.
- b) Las actividades militares, que se regirán por su legislación específica.
- c) La actividad laboral, respecto de la contaminación acústica producida por ésta en el correspondiente lugar de trabajo, que se regirá por lo dispuesto en la legislación laboral.
Y como ven, la Semana Santa, no forma parte de estas excepciones. Tengo que decir que me molesta que el ejército pueda hacer y deshacer a su antojo, pero en fin, así están las cosas.
Y esto que sigue le gustará a los cofrades y demás simpatizantes de las procesiones. El artículo 9 de la misma ley aclara:
Artículo 9. Suspensión provisional de los objetivos de calidad acústica.
- Con motivo de la organización de actos de especial proyección oficial, cultural, religiosa o de naturaleza análoga, las Administraciones públicas competentes podrán adoptar, en determinadas áreas acústicas, previa valoración de la incidencia acústica, las medidas necesarias que dejen en suspenso temporalmente el cumplimiento de los objetivos de calidad acústica que sean de aplicación a aquéllas.
- Asimismo, los titulares de emisores acústicos podrán solicitar de la Administración competente, por razones debidamente justificadas que habrán de acreditarse en el correspondiente estudio acústico, la suspensión provisional de los objetivos de calidad acústica aplicables a la totalidad o a parte de un área acústica.
Sólo podrá acordarse la suspensión provisional solicitada, que podrá someterse a las condiciones que se estimen pertinentes, en el caso de que se acredite que las mejores técnicas disponibles no permiten el cumplimiento de los objetivos cuya suspensión se pretende.
Ahí aparecen, en el punto 1, aunque el último párrafo no es para nada cristalino. Y lo de “previa valoración de la incidencia acústica” en Semana Santa, se la pasan por el forro.
Y para acabar de rematar lo difuso de la legislación, está este otro artículo de la misma ley:
Artículo 6. Ordenanzas municipales y planeamiento urbanístico.
Corresponde a los ayuntamientos aprobar ordenanzas en relación con las materias objeto de esta ley. Asimismo, los ayuntamientos deberán adaptar las ordenanzas existentes y el planeamiento urbanístico a las disposiciones de esta ley y de sus normas de desarrollo.
Y revisando la Ordenanza municipal de Barbastro de ruidos y vibraciones, nada se dice al respecto de las procesiones. Aunque es más que probable que se mantenga suspendida la ordenanza durante “días especiales”.
El sentido común
De todos modos, dejando aparte la farragosa parte legislativa, me parece a mí, y a cualquiera con dos dedos de frente, que el sentido común debería de imperar.
Soy consciente de que las procesiones generan un buen montante de dinero en el campo turístico en todo el país y que ese sea (es) uno de los motores que mueve esa maquinaria molesta y perturbadora y, sobre todo, que sea esa, y no otra, la razón por la cual se consiente que se flexibilice la ley (en lo referente a las molestias acústicas). También soy consciente de que es un bien cultural de interés y que forma parte de nuestro patrimonio. Si a todo.
Hace no muchos años, las procesiones se resumían a las del Jueves y Viernes Santo. Poco a poco, se fueron extendiendo como una plaga (muy bíblico, ¿verdad?) comenzando el Viernes de Dolores (viernes anterior al Domingo de Ramos) y continuando DIEZ días hasta el Domingo de Resurrección. Por si esto no fuera poco, los “ensayos” con los tamborcitos comienzan en diciembre o enero en casi todos los barrios de la ciudad. Hay procesiones que acaban muchos más allá de media noche y otras que comienzan a las siete de la mañana. Es algo insoportable.
Para empezar, no se entiende tanto ensayo, a tenor de los resultados. Y en caso de que el ensayo fuera necesario, el ayuntamiento debería de facilitar unos descampados a varios kilómetros del área metropolitana. Y ya de paso, los días señalados podrían procesionar también fuera del casco urbano. Los interesados en el espectáculo se podrían desplazar hasta el lugar que se fije. Se me ocurren dos, aunque puede haber más. Uno, el Polígono Industrial Valle del Cinca; me parece un lugar idóneo. No molestarían a ningún vecino, y dispondrían de calles bien asfaltadas y sin pendientes. Otro, el campo de futbol, pistas de atletismo y alrededores. Además, los espectadores que asistieran al evento, dispondrían de sitio de sobras para aparcar y disfrutar de su afición desde la tribuna. Perfecto.
Las tradiciones
Sobrevuela también de fondo otro aspecto que irrita. Parece ser que todo lo que se considera una tradición es intocable. Que si siempre ha sido así, no hay razón para que no siga siéndolo ahora. Y eso es una mentira tan grande que ni me voy a molestar en desarrollar. Y esa tradición se supone que es religiosa. Me gustaría saber cuántos de los cófrades, los que incomodan con sus bombos y trompetas, los que llevan los pasos etc. creen de verdad en el catolicismo, cuántos de ellos son católicos practicantes. Me da que eso es lo de menos. Lo que de verdad importa es que si el bisabuelo ya llevaba el paso, esa tradición no se puede perder. Esa cadena no se puede romper. Ese creo yo que es el motivo que los alienta año tras año a seguir.
Visto lo descrito hasta ahora, que la legislación difusa y vacua los ampara y que, evidentemente ningún fan o participante de las procesiones dará el brazo a torcer, no son muchas las vías que quedan para cohabitar en armonía los afectados por el ruido y los que lo provocan:
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Que se suspendan las procesiones de por vida (no, que es broma. ¿Cómo voy a desear semejante atrocidad?)
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Que las procesiones se lleven a cabo, tal y como he indicado, en un lugar alejado (muy alejado, lo máximo posible) del casco urbano.
-
Que llueva a cántaros todos los días de procesión de aquí a la eternidad.
-
Que los que sufrimos esa tortura nos vayamos de la ciudad (es lo que he venido haciendo los últimos años, por el bien de mi salud física y mental).
La tercera posibilidad, aunque aleatoria, parece ser la única arma con la que contamos para frenar ese bucle de estrépito sin control. Porque tiene delito que uno tenga que abandonar su hogar porque le hagan la vida imposible.
La religión
Continuaré citando el artículo 16 de nuestra Constitución como introducción a lo que sigue,
- Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
- Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
- Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
(Fíjense en el detalle, se nombra a la Iglesia Católica y al resto de religiones se las incluye en un saco al cual no se le da mayor importancia “y las demás confesiones”. Esto es ya indicativo de por dónde van los tiros en nuestro país. En nuestra maravillosa constitución debería de figurar: con cualquier religión, englobando allí a la católica. ¡¡Cuánto daño ha hecho el concordato!!).
Y esto entronca con el título de este artículo. España es un país aconfesional. Es decir, y vuelvo a lo mismo, lo que promueve la Semana Santa y las molestias que arrastra no es la religión ni la devoción (ni siquiera la tradición se le aproxima), es pura y llanamente el usufructo que de su explotación se obtiene. Y claro, tirando del hilo se me ocurre que si los creyentes en Mahoma quisieran expresar su emotividad religiosa por medio de su procesión, habría que concedérsela. La Procesión musulmana para el cumpleaños de Mahoma es en febrero. Los hinduistas tienen la suya propia en abril y así pasaría con el resto de creencias y religiones. Imagínense ese panorama. Sería para cortarse las venas.
La salud
Y acabo recordando que en el fondo de todo lo que he reseñado sobrevuela la palabra salud. El ruido atenta contra ella. También la palabra respeto, los que provocan ese ruido atentan contra él. Y, sobre todo, ese dicho que reza (¿qué bien traído lo de rezar, verdad?) así: lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás (aunque esto dudo que interese lo más mínimo a los promotores de ese ruido, ni siquiera creo que lo entiendan).
A modo de resumen
Supongo que a nadie se le escapa que la ley no es perfecta, ni justa, ni aclaratoria (en ocasiones), ni es capaz de amparar todas las peculiaridades y escenarios en los que se ve envuelto el ser humano. Ni lo conseguirá nunca. Es imposible. De ahí la paradoja que saco a colación. ¿Cómo es posible que se sacrifique el bienestar en beneficio de la economía y de conservar una tradición obsoleta, que no satisface más que a los que la conservan, a los que obtienen rédito de ella y a los turistas extranjeros? Una pista la tienen en el artículo de la Constitución antedicho: la Iglesia Católica (consentida, mimada y malcriada), da pie a que sea así, conformando un marco adecuado a esta tradición.
Existen ruidos legales y otros ilegales, separados gruesamente con un tamiz viejo y oxidado, que deja pasar lo que interesa a unos (los de siempre) y perjudica a otros (también los de siempre).
La Semana Santa es un bien cultural de interés y que forma parte de nuestro patrimonio, que existe una arraigada tradición heredada durante generaciones y que nadie quiere desprenderse del suculento aporte económico que supone [ni los directamente afectados (sector del turismo), ni el Gobierno ni los gobiernos autonómicos ni los ayuntamientos (que obtienen ventajas electorales)].
La Semana Santa martiriza (también muy bien traído) a quienes desean poder estar en sus casas y pasear por las calles con paz y serenidad, debiendo soportar con hiriente estoicismo que las cosas no cambien y siendo conscientes de que jamás van a cambiar.
Vamos a ver Miguel Ángel…voy a intentar buscarte un consuelo.
En el tema de ruidos y molestias varias siempre he pensado que hay dos categorias: los que tienen fecha de caducidad y los que no. El caso que describes lo tiene, las fiestas y las obras también, y todas ellas son molestas para alguien pero un día se acaban.
A mí me preocupa más la normalización que se ha hecho de los ruidos y molestias que no caducan: el bar debajo de tu casa, el tráfico de tu calle, tus vecinos con sus correspondientes perros (.. que no ladran nunca, ¡¡ oye..!! )… y esos son cada vez más normalizados.
Nos hemos vuelto de una nueva religión: el “Mascotismo” y eso suena, huele y se pisa por las aceras. Amen.
De los autores de “El hombre, un puente de pie a pie” ahora la Semana Santa, o gente haciendo ruido con palos y pieles curtidas de animales, detrás de un holograma de madera, interpretando música del frente de juventudes. Extraño vicio atávico este o éste, vaya vd. a saber.
Alguno se está volviendo un viejo gruñón…..joer que son cuatro días,…… ññññññññ, tira pa casa hombre, y ponte unos tapones….
En Barbastro TODOS los fines de semana haycarreras de coches y motos en mitad del pueblo, con los motores truncados y a altas velocidades y no les pase absolutamente NADA. Este ruido no caduca, esta todo el año, vulnera ordenanza de ruido y leyes de tráfico, pero si cada semana se repite. No me extraña que la gente se vaya de este pueblo. Hasta que no haya un atropello y lloremos todos el Ayto no hará nada
España es un país aconfesional en el papel y en la práctica, las iglesias están vacías, y en muchos pueblos en ruina física. Más que una cuestión religiosa es chapa y pintura, una actividad más de esparcimiento, eso o el crispillo o una carrera de bicis.
“Espectacular” artículo “Señor Salinas”…..realmente…..ES-PEC-TA-CU-LAR (espero se me entienda la total y absoluta ironía….)
No sé si debió presenciar, aunque fuera de casualidad, alguna de las procesiones que se celebraron y ver, lo “vacías” que estaban las calles, los bares, restaurantes, hoteles…..
En fin…seguro que usted tiene unas magnificas ideas para dinamizar nuestra ciudad que, al resto de los humildes mortales, nos pasan desapercibidas……
Larga vida a la SEMANA SANTA!
Vaya, y yo que pensaba que era un acto religioso y no turístico. Es esa ridícula interpretación de la Semana Santa la que posibilita la batucada actual.