José Cardús Llanas

 “La misión que se había asignado a sí mismo era, sin duda, la de excitar la curiosidad de sus paisanos sobre su propia identidad y su riqueza cultural, interpretar nuestro modo de ser…”. Y así fue hasta el último momento de su vida.

En enero de 1982, a sus 73 años, pocos meses antes de su fallecimiento, seguía investigando y tratando de encontrar información sobre la estancia, años atrás, de la Infanta Dña. Isabel de Borbón, “la Chata”, en el Balneario de Panticosa.

Llegada la hora de su muerte, el año 1982, la prensa altoaragonesa publicó elogiosos artículos de la mano de aquellos que lo habían tratado.Por sus manos vinieron al mundo miles de oscenses. Fundó hace muchos años una clínica, por donde desfilaron numerosas mujeres altoaragonesas. Cuando la Seguridad Social se extendió, aquel paritorio pasó a otros menesteres y el doctor Cardús se trasladó a Barbastro, donde abrió su consulta…

La noticia de su muerte sorprendió dolorosamente a toda la provincia y no digamos nada a Barbastro y a Huesca, donde era figura popular en el más alto sentido del término.”

Popularidad que supo ser reconocida por el Ayuntamiento de Huesca dando por nombre, a una de sus calles, el del Doctor José Cardús.

Reconocimiento en Barbastro

En septiembre de 1997, en un acto que se celebró en la UNED de Barbastro, el Instituto de Estudios Altoaragoneses entregó la Medalla de Honor a Margarita Cosculluela, viuda de José Cardús Llanas. En dicho acto, Rafael Fernández de Vega, alcalde de Barbastro manifestó que “el homenaje era un deber casi obligado desde Barbastro por muchas razones y, además, manifestó que “en el Ayuntamiento nos plantearemos la posibilidad de dedicarle una calle en reconocimiento a su personalidad altoaragonesa”.

Es un homenaje que me emocionó mucho por ser el primero que le hacen en Barbastro, donde pasó la mayor parte de su vida desde que llegó de Huesca. Aquí transcurrieron los mejores momentos de una vida feliz que tuve la suerte de compartir como esposa y colaboradora de su trabajo. Cuando murió quiso que le enterráramos en Barbastro”, explica Margarita Cosculluela.

Su viuda se mostraba algo dolida porque considera que “en Barbastro no se le ha reconocido por su trabajo de autor, aunque los medios informativos se portaron muy bien cuando murió. El Ayuntamiento de Huesca le dedicó una calle pero en Barbastro se quedó sin ella.

El 30 de septiembre de 2006, Ángel Huguet daba cuenta en las páginas de “El Cruzado Aragonés” de la visita a Barbastro de Edward Cooper, “historiador y profesor en la London Metropolitan University, reconocido como uno de los grandes especialistas en castillos españoles, [quien] ha pasado varios días en Barbastro enfrascado en la obra del médico barbastrense José Cardús Llanas. […] Veinticuatro años después de su muerte (Barbastro, agosto 1982), este especialista inglés que ha trabajado con intensidad en la investigación castellológica y es una referencia europea en la materia, se ha desplazado hasta Barbastro para seguir de cerca el trabajo del doctor Cardús. […] Cooper destacó la importancia que tiene toda la información recopilada durante estos días:

“la obra de Cardús no ha sido suficientemente valorada ni reconocida porque sus trabajos estaban orientados hacia el lector cotidiano y casual, no para especialistas. El valor es que captó muy bien todo lo que vio en cada momento y además lo hizo solo, sin equipo de especialistas. […] Tiene mucho mérito la conciencia agudísima sobre el deterioro de monumentos no estudiados y en sus visitas a castillos se empeña en registrar todo.

El año 2009, de nuevo en la UNED de Barbastro y organizada por una asociación de la ciudad, se celebró otra conferencia conmemorativa del centenario de su nacimiento, al igual que había hecho unos meses antes el Ayuntamiento de Siétamo, lugar donde el niño José Cardús pasó, tras quedar huérfano, parte de su infancia.

Finalizo este homenaje con una brillante cita –cuya literalidad comparto–, extraída de uno de los artículos publicados tras su muerte, por dimensionar mejor de lo que yo podría hacer la talla de un personaje único.

Cuando Aragón, movido más por la emulación que por espontáneas decisiones, se pregunte por su identidad, bueno será señalar el ejemplo de quien hoy nos deja y la raíz de su copiosa obra, que toma su mejor calidad, garantía de su permanencia, en el callado y constante amor a su patria menor, no sólo no opuesto al amor a España, sino indispensable cauce de esta pasión mayor.

Ojalá Barbastro sepa preguntarse por su identidad y encuentre el momento, el tiempo y el lugar adecuados para su reflejo.

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