Se suceden los homenajes al cura José María Cabrero con motivo de la presentación del libro de José Antonio Adell sobre su figura que ha coincidido con la incomprensible decisión del obispo de Huesca, Julián Ruiz, de trasladarlo, a punto de cumplir los 80 años, de sus parroquias dónde ha ejercido como pastor durante casi medio siglo a un nuevo destino parroquial en Huesca. El domingo 27 de agosto fue Colungo, el 17 Radiquero, el 14 en Bárcabo también en Lecina, el 12 Sarsa de Surta, tras la presentación en Alquézar, en su Siétamo natal.
La biografía de Cabrero ha liderado durante todo agosto la lista de los libros más vendidos y editorial Pirineo ha encargado ya la segunda edición, tras vender los 500 ejemplares. Es la respuesta de cariño y gratitud de las 21 parroquias de la sierra de Guara, Somontano y Sobrarbe, atendidas por este sin par mosén que se ganó como nadie el cariño de las gentes predicando con el ejemplo, rehabilitando el patrimonio de ermitas e iglesias, atendiendo a los más necesitados y también recuperando fiestas, cohesionando la vida social en los pueblos. Un digno discípulo del añorado obispo Javier Osés y un hijo del Concilio Vaticano II. Así no es de extrañar que la figura de Cabrero haya lucido en las camisetas realizada por la comisión de fiestas de Alquézar para honrar a San Hipólito.
El genial y humilde Cabrero bien merece el trabajo firmado por el mejor cronista de nuestra historia popular y todo el cariño que está recibiendo, que demuestra que su figura trasciende el ámbito religioso para convertirse en un icono popular. Su huella permanecerá imborrable a los pies de su querida colegiata.
El mensaje que nos deja Cabrero es completamente válido y necesario es nuestra sociedad: cuidemos nuestro patrimonio porque es nuestra identidad y cuidémonos entre nosotros para mantener vivos nuestros pueblos. Las fiestas, que han plagado agosto y que continúan en septiembre con Barbastro, Castejón del Puente, El Grado y Naval son una buena ocasión para vivir en comunidad y buena armonía. Amén.