Por fin salimos y durante largos segundos permanecimos embutidos en un ceñido pelotón que comenzaba poco a poco a desperezarse. Nada más abandonar Graus vi cómo todo el mundo aceleraba adelantándome por el valle del Isábena hacia Lascuarre.
Al empezar el puerto de Lascuarre me encontraba un poco mejor constatando que iba casi el último. Pero este será siempre mi terreno y, en unos minutos, ya rebasaba algún ciclista que se había descolgado de algún grupo.
No dejé de escudriñar las curvas que se adivinaban entre el espeso bosque, tan verde y fresco como lleno de aire puro, hasta que por fin descubrí a mi
Casi sin darnos cuenta nos quedamos solos coronando este primer puerto de Lascuarre e iniciamos el descenso a Benabarre raudos y bien compenetrados.
Hasta llegar a Torres del Obispo supimos recuperar minutos alcanzando velocidades de vértigo por una larga bajada de aspecto y asfalto impecable.
Al entrar de nuevo a Graus formábamos parte de un estirado grupo y desde muy cerca recibíamos el caluroso aplauso de los vecinos justo antes de alcanzar el primer avituallamiento.
En esta primera parada y, casi sin mediar palabra, continuamos la estrategia: Comer plátanos, rellenar los bidones con bebida isotónica, buscar en el monte un WC improvisado y, sin perder un segundo, continuar la marcha.
Continuará la semana próxima…