Isabel caminaba con garbo por la Calle Argensola a pesar de lo empinada que era. Estaba inmersa en sus pensamientos y en todo lo que quería hacer esa mañana cuando a lo lejos vio un coche blanco que le pareció familiar. Aminoró el paso sin perderlo de vista y mientras más se acercaba más claro tenía de quién era. Ese coche blanco era igual que el que su marido utiliza para desplazarse por Barbastro y alrededores para hacer pequeños encargos.
No tenía duda era el Golf de Juan.
¡Ay, Juan López!- suspiró- ahora entiendo por qué me preguntabas esta mañana lo que iba a hacer.
Una… con los años se acostumbra a las majaderías de su marido… Aunque sea como esta manía que tiene mi Juan de perseguirme por la ciudad… ¡Vamos ni que fuera a perderme! Al principio me mosqueaba, pero con el tiempo he llegado a acostumbrarme y ahora hasta me hace gracia… ¡Mira!… pero… ¡será zopenco!… en el fondo me hace reír.
Y mira que le he preguntado de veces el porqué de esa manía… pero nunca he conseguido sonsacarle más de lo poco que me cuenta… ¡Poco ingenioso sí es el pobre! Siempre me dice que es una casualidad… que pasaba por ahí… y yo le contestó: ¡vamos Juan, sí una casualidad de 30 años!… y de allí no lo saco…
Algún día me dan ganas de acercarme hasta el coche y golpear el cristal de la ventanilla para ver la cara que pone… ¡pero me da pena quitarle esa ilusión que tiene de espiarme por cualquier esquina!… y también me aterra provocarle un sofocón o infarto al corazón… ¡pues eso sí que no!… me quedo con las ganas del susto… ¡porque entonces la que se muere soy yo!… vaya par de dos… Me imagino los titulares: “Vecino de Barbastro muere en su coche a plena luz del día tras haber recibido un susto”.
¡La sangre se me hiela solo de pensarlo!
Y pesar de ser como es, le quiero… No porque llevemos casi una vida juntos, ni por los dos hijos que tenemos, le quiero simplemente por ser como es. Aunque no es aquel amor y aquella locura que sentía en la juventud; este amor de ahora es un amor más calmado… un sentimiento bien anclado en mi corazón. No me imagino la vida sin mi Juan…
¡Ay mi Juan!
¡Cuántos vituperios hemos pasado juntos!… y aquí seguimos… La vida no ha sido fácil; bueno no lo es para ningún trabajador, pero creo que nosotros hemos conseguido ponerle a la nuestra la sal y la pimienta necesaria para continuar uno al lado del otro…
Es verdad que siempre te regaño por esas zalamerías que me haces… pero no sé si te das cuenta, que lo hago con la boca pequeña… ¡No podía ser de otra manera!… Creo que tú lo sabes, me gustan y me enamoran… y con los años.. ¡ya no creo que cambies!… sinceramente no quiero que cambies…
¡Ojalá no cambies nunca, Juan!
Isabel entró en el Ayuntamiento obligándose a apartar de su mente todos los pensamientos sobre su marido.
No se ya que decirte sin repetirme, me gusta y mucho, es muy emotivo, eres genial amiga
besitos
Me ha gustado muchísimo, Luisa. Me deja con la miel de la intriga en la boca la señora escritora, esperando continuación. Un cordialísimo saludo.
Hola Conchita:
Gracias por leerme y por ser una fiel seguidora. Tu sabes que me gusta tocar todos los géneros, siempre desde mi estilo y visión. A veces pequeñas situaciones diarias me ayudan a poder escribir estos relatos.
Besos y abrazos amiga
Hola Aurea- Vicenta:
También a ti quiero agradecerte tu lealtad hacia mis letras.
Siento desilusionarte, pero aquí de momento no voy a escribir novelas cortas. Me alegro mucho que te haya gustado, tu también eres muy buena escritora.
Besos y abrazos, amiga