Cada vez que contamos una historia de amor, estamos encendiendo la llama del amor primero. Cada vez que nos asustamos, nos sobrecogemos, nos emocionamos o nos alegramos con un relato estamos volviendo a esa primera vez en que una colectividad se reunió para ser partícipe de lo que un miembro de ese grupo había sufrido, experimentado o había escuchado, a su vez, de otra persona. Pueden cambiar los formatos, se puede inventar la imprenta, internet o tal vez la capacidad para declararnos en matrimonio por telepatía, da igual, el contenido será el mismo. Porque el origen de la literatura es oral, en comunidad. Porque los cuentos, relatos, ficciones que inventamos son los mismos mitos y leyendas que pasaron de generación en generación. Porque nuestros sueños, anhelos, sentimientos y miedos ya existían antes de que se inventara el término “literatura”. Por eso debo dar las gracias a Ronda Somontano por hacernos partícipes de esa experiencia mágica, casi tribal, que fue expresar nuestros relatos de manera oral, acompañados de unos músicos extraordinarios.
Es la esencia, el principio activo que sustenta, el origen…