Que no hay inteligencia al margen del afecto es algo que ya dejó sentado Baruj Spinoza; que la literatura, más que indagación estética, es diálogo en el tiempo de unas edades de la historia con otras, lo aclaró Bajtin; que si a la Humanidad se le preguntara qué ha aprendido en su andadura podría contestar con lo que está escrito en el Quijote, lo dejó dicho Dostoievski; que inteligencia, diálogo, estética e historia no suelen ser conceptos muy tenidos en cuenta por quienes nos gobiernan es, lamentablemente, algo patente en nuestros días: a los hechos me remito.
Pero lo más preocupante, lo más inquietante, lo verdaderamente aterrador si atendemos a toda su cotidiana crudeza, es que la ética del discurso público parece haberse perdido de vista, junto con la verdad, y de nuevo a los hechos me remito.
Tales pensamientos me venían a la mente tras haber asistido, hace unos días, a la presentación en Madrid del libro de poemas “La mala raza” (Bala Perdida Editorial, 2019) de Nacho Escuín, de la mano de la periodista Maica Rivera y del escritor José Ángel Mañas. Dice el refrán que del dicho al hecho hay un trecho, pero se diría que en este libro lo que se recorre es el trayecto inverso: el trecho que va desde los hechos hasta el alumbramiento de lo dicho –poéticamente–, del terreno baldío que queda tras lo que ciertos hechos dejaron arrasado, a las palabras desnudas con las que se describe ese arrasamiento de la verdad, como en este poema que nos deja Escuín como testimonio en la página 21 de su libro:
ESTADO DE SITIO
Cuando todo da igual,
hasta la verdad.
Ahí es donde te quiero ver.
Del hecho al dicho, y a lo hecho, pecho. Verdades y poemas a pecho descubierto: la irreductible libertad de ir al grano, y a lo que debe quedar dicho tras los hechos.