A Ti…
A ti, que amas con locura a tu pareja, hijos, amigos… y que por encima de todo quieres que sean felices.
A ti, que desde que te levantas solo te falta la varita mágica para conceder todos y cada uno de sus deseos.
A ti, que te sientes frustrad@ porque por mucho que das a los demás parece que nunca es suficiente.
A ti, que te sientes asediad@ por las demandas y exigencias constantes de los demás.
A ti, que complaces y complaces para que todos estén bien y felices y lo que vives es una insatisfacción y enfados constantes de los que te rodean.
A ti, que te sientes decepcionad@ cuando las conductas de los demás no cumplen tus expectativas.
A ti, que te frustras porque a pesar de tus esfuerzos por ayudar, no logras que te hagan caso.
Pregúntate…
¿En qué momento cableaste ese patrón de comportamiento? ¿Cuántas veces de niñ@ te sentiste valorado, reconocido, validado y mirado cuando complacías a mamá y a papá o a figuras relevantes para ti?
¿Qué situaciones o frases quedaron grabadas en tu sensible e inocente corazón?
¿Cuántas veces de niñ@ sentiste que era tu responsabilidad el estado emocional de los demás? y ¿cómo de duramente te juzgaste por no poder conseguir que estuvieran felices?
Estás preguntas te pueden ayudar a bucear en tu historia personal y empezar a comprender que actúas desde tu niñ@ herid@.
Deja de cargar con lo que no te corresponde. Libérate de la creencia de que es tu responsabilidad hacer felices a los demás, y ocúpate de ser feliz, de nutrirte. Hay que cuidar las raíces para que el árbol esté fuerte y de frutos hermosos que todos puedan saborear. Recuerda que como es dentro, es fuera.
Deja de complacer compulsivamente a los demás y toma contacto con tus necesidades reales, aquellas que brotan del fondo de tu corazón. Refuerza tu conexión interior y fortalece tu coherencia alineando lo que piensas, dices y haces. Date el permiso para sentir lo que realmente sientes; llevas tanto tiempo reprimiendo tus emociones y escondiéndolas que te has olvidado que están allí dentro. No seas tan dur@ contigo por sentir lo que sientes o por explotar, tiendes a juzgarte constantemente, por eso el espejo de la vida pone frente a ti personas que te juzgan y exigen con la misma dureza.
No olvides que el exterior siempre nos muestra cómo nos relacionamos con nosotros mismos.
Toma consciencia de ello, de lo contrario vivirás conflictos permanentes porque la energía que emanas al complacer y no poner límites atrae personas invasivas y demandantes. Por ello, has de comenzar cambiando tu relación contigo, aprender a amarte, poner límites, ser compasivo y bajar el nivel de auto exigencia. De lo contrario, mientras sigas moviéndote desde el miedo a que no te quieran, miedo a dañar a los demás, miedo al conflicto…seguirás viviendo en él y lo único que vas a obtener es frustración e insatisfacción. Agradece estas vivencias por duras que sean puesto que es el espejo que te ofrece la vida para que abandones ese patrón disfuncional de conducta basado en el miedo y lo sustituyas por el amor. Las circunstancias que estás viviendo te invitan a despojarte del personaje con el que te has identificado durante tantos años. Verás que a medida que te transformas, tu entorno lo hace contigo. Recuerda que la más bella transformación comienza siempre adentro.