Sin cumplirse aún los 100 primeros días de estancia en la DGA, plazo que se suele conceder para opinar con fundamento sobre la acción de gobierno de cualquier nuevo ejecutivo surgido tras unas elecciones, tengo la impresión que el que preside Luisa Fernanda Rudi comienza su andadura con buen pie a la vista de los recortes del gasto corriente recien aprobados, a los que, según nos dicen, seguirán otros a no tardar mucho. Ello evidencia, al menos por ahora, que al equipo de Rudi no se le podrá achacar idílicas promesas electorales que tantas veces hacen tajante el contraste entre lo prometido en la campaña y lo realizado después. Si se persiste en la línea de seguir con la racionalización de la administración, creo que no nos faltarán motivos para pensar que Aragón marcha hacia un desarrollo prometedor.
Más tampoco lancemos repiques de complacencia por la adopción de una primera medida, ciertamente imprescindible, porque ésta precisa complementarse con algunas otras de mayor calado, y que precisamente por su importante repercusión económica deben afectar, sin contemplaciones, a las funciones que desempeñan las instituciones y a los cargos públicos que las rigen. Confío plenamente en que el Partido Popular afrontará ese reto, tanto en lo tocante a nuestra región como de cara a las generales del 20-N, porque no es capaz de infravalorar los temas serios ni de colocar cuñas de inútil dialéctica, mezclando en inútil cajón de sastre conceptos que tiene muy claros, como son los que compete impulsar desde las instituciones sin duplicar quehaceres y regulando por ley los haberes que se perciben, que los hay rayanos en el agravio y en la indecencia.
Si lo que de verdad importa es el pueblo en sí mismo, si lo que de verdad importa es avanzar (qué bonita palabra para avalar el concepto de cultura), el deber del gobernante es ir a lo práctico y a lo eficaz, pues lo contrario parecería un auténtico cabeceo. Cabeceo de las minorías, aprobando por este sistema de asentimiento las propuestas interesadas. Cabeceo, como forma de ataque inmisericorde contra personas que convenga arrinconar. Y cabeceo, el más peligroso, del pueblo, que acabaría decepcionado si se pusiera lastre en los pies a un proyecto de regenaración política y de saneamiento de las maltrechas cuentas públicas, que es por lo que clamamos los ciudadanos.