Será el esguince o será el eclipse, la cosa es que de la mano de ayer, como no podía ser de otro modo, me apetece seguir escribiendo.
A mí las energías de cambio que traen estos días me empujan, con esguince y todo, a “bailar” con ellas, a dejarme llevar por su brisa o …. tormenta ¡A saber! Tras un eclipse es una época perfecta para DEJAR IR POR FIN. Para liberarnos de todo lo que ya no nos sirve. De aquello que aunque nos duela, sabemos en el fondo de nuestro corazón, ya no es para nosotros.
Deshagámonos del pasado igual que la serpiente se deshace de su vieja piel. Esa piel a la que estamos tan aferrados y tan a gustito nos hace sentir,…. a veces.
Seamos valientes, dejemos ir.
Pero cuidado, la única manera de deshacernos del pasado en paz, es honrando y agradeciendo todo aquello que nos ha hecho pasar la vida. Siendo conscientes de todas las lecciones aprendidas.
¡¡¡Sobre todo para no tener que volver a pasar por ellas!!!
Al cerrar una puerta, sé que es obvio decirlo, pero SIEMPRE se abre otra, y mejor. Siempre tenemos una segunda, tercera o cuarta oportunidad.
Así que entremos en ésta de una vez con la mirada de un niño, dejémonos sorprender. Apreciemos todo aquello que por la rutina diaria nos pasa inadvertido.
Pero AHORA nuestra mirada ya no es inocente, se ha sumado a ella la sabiduría de la experiencia. Y con ésta volvamos a verlo todo como si fuera la primera vez, recuperemos la ilusión.
Estemos abiertos al descubrimiento y al aprendizaje. Que todo vuelva a ser un misterio para nosotros, nuestros hijos, pareja, vecinos, hasta nosotros mismos. Conectemos de nuevo con el asombro infantil pero desde la calma y la serenidad que da la experiencia.
Recuperemos nuestro instinto, permanezcamos receptivos y después actuemos, claro que sí, de modo racional.
La naturaleza de la vida es transitoria e impredecible. Llegarán momentos buenos y malos, de inestabilidad, injusticia. El recuerdo de aquellos momentos vividos y que ahora estamos dejando ir solo debe regresar transmutado en aprendizaje para ayudarnos en épocas difíciles. Para saber QUÉ NO DEBEMOS HACER, aprender de los errores, no repetirlos y salir reforzados.
Cuando algo se va quedamos liberados de ello. Practiquemos el desapego y veremos cuan ligeros nos sentimos.