Siendo Azaña un articulista presenció la transición de los restos del poeta y escritor Manuel José Quintana a otro panteón. Aquello no le gustó y lo reflejó en una crónica publicada en 1922, en el periódico La Pluma, titulada “Quintana en la infausta remoción de sus huesos”:
«No hay duda, desenterrar a los muertos es pasión nacional. ¿Qué incentivos secretos tienen para el español los horrores de ultratumba que no se satisface con ponderarlos a solas y ha de ir a escarbar en los cementerios a cada momento? ¿Vocación de sepultureros, realismo abyecto, necrofagia? De todo hay en esta manía. Aquí la hemos denunciado más de una vez».
Al parecer esa manía sepulturera tan española tendría obsesionado a Azaña; su sobrino Enrique Rivas (hijo de Cirpiano Rivas Cherif, autor teatral y hermano de Lola, la mujer de Azaña) dijo esto a un periodista en el año 2010:
“Tenía Azaña horror a los traslados de cadáveres y siempre decía: ‘Si quiere usted que no le zarandeen los huesos, muérase fuera de España y en secreto’».