Esta introducción pretende aproximar al lector al estado de nuestra ciudad en el año 1931 partiendo de un breve resumen de los hechos que la transformaron a lo largo del siglo XIX en una ciudad moderna y adaptada a los nuevos tiempos.
Una serie de doce artículos van a tratar de recordar y explicar cómo era el Barbastro de aquel 1931, año de proclamación de la II República Española.
Cada uno de ellos nos va a situar en un mes en concreto, desde Enero hasta Diciembre, si bien, por supuesto, hay numerosos hechos, circunstancias, situaciones o cuestiones que son comunes a varios o a todos los meses del año.
Mediante testimonios familiares directos, informaciones de la prensa de la época y conocimientos y experiencia adquiridos a lo largo de 64 años, intentaré explicar cómo vivían nuestros abuelos en unos tiempos de importantes cambios sociales, tecnológicos y culturales.
Tampoco la política fue ajena al “totum revolutum” de la década de los años 30 del siglo XX que acabó con inestabilidad social durante la II República, con la encarnizada Guerra Civil y con los efectos en nuestro país dela II Guerra Mundial.
Mi padre, que participó directamente en ambas confrontaciones bélicas, siempre se refirió a nuestra guerra como la Guerra Incivil.
En mi opinión, la inestabilidad del periodo que abarca aproximadamente desde principios del siglo XX hasta la posguerra española, gestó, en todo el territorio español, el nacimiento y consolidación de las dos Españas que profetizó Antonio Machado en 1912 en su breve poema “Españolito que vienes al mundo”.
La división entre la España católica, conservadora y de derechas y la España anticlerical, progresista y de izquierdas, partió en dos a nuestra sociedad, generando dos grupos totalmente antagonistas incapaces de dialogar, empatizar o tan solo intentar acuerdos de ningún tipo entre ellos.
Tanto durante la inestabilidad social de II República, como a lo largo de la Guerra Incivil y en el contexto de la posguerra, se pusieron de manifiesto el odio, la inquina, la repulsión y el encono que sentían mutuamente buena parte de los miembros de uno y otro grupo.
Y Barbastro no fue ajeno a ello. Es más, es mi opinión que en la provincia de Huesca y más concretamente en nuestra ciudad, se produjeron, en comparación con el resto del país, algunos de los hechos más atroces, desagradables, violentos y sangrientos de todo el periodo que podemos enmarcar entre la victoria de los republicanos y los años de la posguerra. Así fue, tristemente, por parte de unos y otros. Y nos hicimos mucho daño.
La sociedad barbastrense de 1931 era básicamente agrícola, pero convivía, desde la segunda mitad del siglo XIX, con una economía de industrias y servicios que daba cobertura a la propia ciudad y a comarcas de las provincias de Huesca y Lérida.
¿Cómo pasó Barbastro de ser la población rural y agrícola del siglo XVIII a convertirse en la próspera, moderna y vital ciudad de principios del siglo XX?
En primer lugar.
A lo largo del siglo XIX el Ayuntamiento intervino de forma intensa en la mejora, renovación y actualización de las estructuras de la ciudad. Construyó un moderno cementerio, renovó el servicio público de aguas, mejoró caminos, puentes, carreteras y accesos, actualizó la red de alcantarillado, pavimentó numerosas calles y paseos, instaló alumbrado público, plantó árboles e intervino en edificios antiguos que presentaban síntomas de ruina.
En segundo lugar.
La construcción de la Alcantarilla Mayor (1847), las obras de adecuación, mejora y renovación del Coso (1848) y la llegada del ferrocarril (1880) fueron intervenciones públicas de gran calado decisivas para los cambios que se estaban produciendo.
En tercer lugar.
La intervención de la sociedad civil que se activó especialmente durante la segunda mitad de siglo creando nuevas estructuras, nuevos servicios, modernas industrias y numerosos y variados comercios.
En el sector sociocultural Barbastro inauguró en 1888 el Teatro Principal que disponía de un aforo de 1.000 localidades y solo cuatro años después estrenó una nueva y moderna Plaza de Toros. Años antes la ciudad ya contaba varios casinos que se convirtieron en una docena antes de acabar el siglo. Estas sociedades recreativas activaron la vida social, cultural y lúdica de la ciudad. No podemos olvidar el precursor Club de Velocipedistas de Barbastro.
De alguna forma, la aparición de algunos casinos contribuyó al surgimiento de la “aristocracia local”, de la que hablaré más adelante, al establecer límites al acceso de la población. Solo las clases más acaudaladas podían convertirse en socios.
Las dos ferias anuales, la de la Candelera en febrero y la de la Fiesta Mayor en septiembre, adquirieron gran relevancia atrayendo a gentes de otras provincias que acudían a nuestra ciudad para hacer negocios y para pasar unos días festivos. Este incipiente turismo de diversión provocó el crecimiento de servicios, especialmente cafés, fondas y otros establecimientos hosteleros.
Respecto de los cafés aparecieron poco a poco a lo largo del siglo. No fue fácil la introducción de la bebida “café” que con un sabor amargo y poco filtrado no acababa de gustar a los barbastrenses. Los cafés, los bailes, los casinos, las fondas, los mesones y las tabernas asumieron el papel de lugares públicos donde los barbastrenses se relacionaban entre sí.
La prensa tuvo un destacado papel con la aparición de un considerable número de publicaciones como “El Barbastrense” (1868), “La Cruz de Sobrarbe”, “La Defensa” y “El País” (1887). En la década de 1890 nacieron “La Paz”, “La Cámara” y “El Conservador”. Todos ellos con manifiestas e inequívocas tendencias políticas; desde posiciones ultraconservadoras hasta posiciones liberales pasando por carlistas, conservadores moderados o católicos.
Católico fue y es “El Cruzado Aragonés” autodefinido como “SEMANARIO CATÓLICO DEFENSOR DE LOS INTERESES MORALES Y MATERIALES DEL ALTO ARAGÓN” y fundado en 1903 por Gravisaco, Sichar, Castellví, Pascau y Casasnovas entre otros. Poco después, entre 1903 y 1910, aparecieron “El Eco del Vero”, “El Pueblo”, “La Verdad”, “El Murciélago” y “El Rebelde”, estos dos últimos de clara tendencia republicana.
Sin duda la llegada del ferrocarril a la ciudad el día 28 de Junio de 1880 fue un hito. Asimismo la ya comentada mejora de carreteras y accesos facilitó notablemente las comunicaciones y por ende el desarrollo del comercio, de la industria y del naciente turismo.
En el terreno empresarial, importantes compañías nacionales, básicamente con sede en Barcelona, establecieron delegaciones en Barbastro. El Banco Vitalicio de Cataluña era una compañía de seguros cuyos delegados fueron Joaquín Puig y hermano. La Hormiga de Oro, editorial con sede en la ciudad condal, de la que queda una magnífica librería en la Avenida del Portal de l´Àngel, la Compañía del Bálsamo Antirreumático Castellví, la Unión Eclesiástica, empresa que vendía ropa para el clero y cuyo delegado era Manuel Mediano y la Paternal Compañía de Seguros contra incendios, fueron algunas de las empresas que creyeron en nuestra ciudad.
En relación a compañías autóctonas baste señalar las siguientes a modo de ejemplo. LA FRATERNAL BARBASTRENSE, sociedad local de seguros, ubicada en el Coso número 13 y constituida en nuestra ciudad en 1872 con un capital de 1.158.800,00 pesetas, LA FUNERARIA ECONÓMICA domiciliada en la calle Argensola número 7 y que gestionaban los señores Valdovinos, Justo Pujol y Miguel Castillón y las reconocidas BODEGAS LALANNE de origen francés y establecidas en Barbastro en 1894.
Todas las compañías citadas tenían actividad en nuestra ciudad durante el último tercio del siglo XIX.
La red comercial y de servicios de la ciudad era muy amplia contando con un importante número de pequeños establecimientos especializados como sastres, cerrajerías, tintorerías, material para labradores, tiendas de calzado, médicos, farmacias, fondas, papelerías, corseterías, academias de corte y confección, vinaterías, comercios de venta de máquinas de coser, confiterías, sederías, comercios de productos religiosos y muchas otras más.
Con base en todos estos antecedentes, esta era nuestra ciudad en 1931, en plena dictadura militar ligth instalada en la monarquía de Alfonso XIII y con unas elecciones generales señaladas para el 14 de Abril. Barbastro era rural y agrícola, rebosante de huertas y cultivos y con una oferta comercial suficiente para satisfacer las necesidades y caprichos de los barbastrenses y de las poblaciones aledañas.
Una burguesía de familias acaudaladas se había convertido en una suerte de aristocracia local que controlaba de alguna forma la política municipal, la vida social y las principales industrias, delegaciones y comercios. Barbastro era la gran despensa de todo tipo de productos y servicios para su considerable área de influencia.
La política, como en el resto del país, había partido en dos a la mayor parte de sus habitantes. La influencia de la Iglesia, que siempre había estado presente en la vida y en la sociedad barbastrense, mantenía su histórica y relevante influencia. La importancia del Obispado y de un mundo eclesiástico exuberante en la ciudad era un hecho diferenciador respecto de otras poblaciones que tuvo sus consecuencias dramáticas en el contexto de la Guerra Incivil.