Los pensamientos y sentimientos más profundos del hombre, procedentes del inconsciente, consiguen su expresión en imágenes mejor que en palabras.
Margaret Naumburg, 1947
La fotografía, música, literatura han sido poderosas herramientas terapéuticas para facilitar la comunicación y expresión del ser humano. Permiten una conexión entre autor/res y público de forma inconsciente como consciente. Cuando vemos una película utilizamos en cerebro en su totalidad, pues intervienen, imágenes, fotografías, música, lenguaje hablado, a veces escrito. El cine incluye todas estas artes y por ello el poder de conexión con el público es muy potente. El visionado de películas favorece una interconexión de diferentes partes del cerebro (cognitivas, límbicas e instintivas). Favorece la neuroplasticidad cerebral.
Esta herramienta la podemos utilizar en nuestra casa, es terapéutica de por sí, pero es muy valiosa en lugares tan dispares como escuelas, institutos, psiquiátricos, centros de día para mayores…
Se utiliza también en la docencia. Tenemos muchísimas películas para poder explicar a nuestros alumnos, temas que de otra forma serían más farragosos.
Por citar algunas películas que utilizamos para explicar ciertos temas relacionados con la psicología podríamos nombrar:
Joker (reflexión sobre la violencia); Historia de un matrimonio (irresponsabilidad, ética y separaciones conflictivas de pareja); Cisne negro (psicosis); No tengas miedo, Sleepers, Spotlight, (abusos sexuales en la infancia); Mejor imposible (trastorno obsesivo compulsivo), Te doy mis ojos (maltrato de género); El experimento (agresión y poder); Macht Point, Mientras duermes (psicopatía); Las horas (depresión y crisis existencial); Inocencia interrumpia (trastorno límite de personalidad); Un mostruo viene a verme (miedo, soledad y culpa en la infancia); Maléfica (traición, venganza, justicia, reparación, amor); American Histoy X, la vida de los otros ( psicopatía y posibilidad de recuperación), El lado bueno de las cosas (cuestionamiento de diagnósticos, invención de enfermedades mentales); La extraña que hay en mí (los límites de la venganza, justicia, ética); Creedme ( abuso sexual, justicia); El silencio de los corderos ( perversión); Alguién voló sobre el nido del cuco (violencia institucional); El hombre elefante, Jonnhy cogió su fúsil (dignidad en el ser humano); Alice, El diario de Noa (dignidad en la enfermedad de Alzheimer, Amor (ancianidad-dignidad); Mystic River (trauma y justicia); Copycat (agorafobía).
Podríamos continuar infinitamente con películas- obras maestras que nos ayudan a comprender el mundo y comprender-nos.
Hoy presentamos una película LOS PUENTES DE MADISON, tanto por la temática, como por sus protagonistas, Clint Easwood y Meryl Streep.
RELACIÓN DE PAREJA: ¿PASIÓN – RUTINA O COTIDIANIDAD?
Plantemos un tema que nos parece interesante, en mayor o menor medida, a todo el mundo. Nos referimos a la cuestión de que sí es posible llegar a alcanzar una relación de pareja satisfactoria. Cuando decimos satisfactoria nos referimos a que se sea completa: estable, de confianza, cotidiana y pasional. Expresiones tales como «ya no es lo mismo que al principio», «el amor llega un momento que se acaba» o «ya se sabe que la pasión no dura siempre» ilustran la preocupación generalizada que este tema produce. Preocupación que la mayoría de las veces se convierte en una aceptación más o mreenos resignada.
Si echamos una ojeada a la literatura o al cine nos damos cuenta de que las obras más serias, las que pretenden enviarnos un mensaje realmente profundo, nos dicen que el amor-pasión no es compatible con una vivencia prolongada. Tomemos por ejemplo la gran historia de amor de la literatura universal: Romeo y Julieta. Los dos protagonistas se conocen en un baile, se enamoran perdidamente, esa misma noche Romeo trepa al balcón de Julieta, se aman apasionadamente hasta el amanecer y Romeo se marcha (las familias de ambos están enemistadas). Julieta perdidamente enamorada y por un sacerdote amigo, toma una pócima para simular que está muerta y poder posteriormente casarse con Romeo. Éste recibe la noticia de la muerte de Julieta y delante de su presunto cadáver se suicida. En este momento Julieta se recupera de los efectos del fármaco, descubre el cadáver de Romeo y llena de desesperación se suicida también: un amor perfecto. Perfecto porque sólo ha durado una noche. Es como si nos dijeran que cuando uno se entrega totalmente tiene que morir.
Tomemos otro ejemplo, «Los puentes de Madison». La película cuenta la historia de un amor apasionado entre una mujer casada, cuyo marido se ausenta durante cinco días con sus hijos y un fotógrafo del National Geographic, que llega a la ciudad precisamente el día en que se marchan. Tras unas horas de duda y dolorosa despedida, ella decide al final conservar su matrimonio. Después de la muerte de su marido ella intenta ponerse en contacto con su amante, pero éste ya ha muerto. El mensaje que se transmite aquí es: el amor-pasión, sacado de su contexto de prohibición, de brevedad, de ocultamiento, dura cuatro días (esto lo dice literalmente la protagonista de la película) y hay que conformarse con un marido afectuoso, limpio y poco sensible, que aunque no te entienda te quiere mucho.
Hay otro tipo de obras difícilmente calificables de literarias, las tan menospreciadas y famosas novelas rosa de Corín Tellado, de la Editorial Jazmín, junto con las tradicionales películas americanas de los años 40 y 50, cuya estructura parece más simple y superficial; chico conoce a chica (de su vida) y tras unos atormentados comienzos todo termina por solucionarse y son felices para el resto de sus días. Se entiende, por supuesto, que en su relación no falta ni la comprensión, ni la ternura, ni la confianza, ni una apasionada relación sexual. Es curioso que, aunque menospreciadas, este tipo de obras prolifera mucho y atrae a un amplio público. Aunque se crea que la realidad no pueda ser tan simple —y claro que lo es— parece haber un secreto anhelo en todos nosotros de que un día ocurra algo mágico: encontraremos al hombre o mujer de nuestras vidas que aceptará todas nuestras debilidades, se sobrepondrá a nuestras ambigüedades y nos querrá tal y como somos.
¿Qué pasa aquí?
Es como si una parte de nosotros, esa parte razonable, sensata que ha escuchado, y se ha creído todo lo que le han dicho, que se basa en la experiencia diaria y por tanto que creemos real, dijera: el amor no existe o por lo menos no se puede experimentar plenamente, no existe el derecho a vivir esa experiencia de forma duradera y satisfactoria sino que hay que vivirla con sobresaltos, con miedos terribles de que todo acabará pronto, esperando la gran hecatombe, el gran abandono, la gran traición, la muerte. Por tanto, para que no ocurran toda esta serie de desgracias, hay que vivirlo por separado, poniendo la gran pasión en una persona y la ternura y la confianza en otra, escapando así del compromiso, evitando el abandono y la traición.
Hay otra parte (a la que se considera ingenua, pueril, irreal, porque no se basa en nada que se pueda tocar, sino en un oscuro deseo) que dice que sí, que sí es posible y se inventa películas que siempre acaban bien en las que los matrimonios se aman con ternura y con pasión hasta el fín de sus días. Aunque despreciemos esa parte, está ahí al menos el deseo de que eso ocurra, existe y esto debe significar algo importante. Lo que la experiencia nos demuestra una y otra vez no tiene por qué ser la realidad absoluta. Es una realidad, la que está ocurriendo, la que se ha instalado como se instala la enfermedad o el aburrimiento pero eso no significa que no exista la salud o el entusiasmo.
Al fin y al cabo de lo que se trata aquí, me parece aquí, me parece a mí, es una cuestión de integridad. ¿Quiénes somos?, ¿estamos completos?, ¿somos integros?, ¿qué ha pasado para que tengamos que ir poniendo unos sentimientos por aquí y otros por allá y para que no podamos entregarnos completamente?
Desde mi experiencia con la psicoterapia (en definitiva con mi labor de crecimiento y conocimiento personal), me doy cuenta de que nos sentimos totalmente fragmentados, de que nos hemos olvidado de muchas cosas que nos pertenecían, que nos han hablado de tantas cosas que no estaban bien hechas, que eran peligrosas, que estaban mal vistas, que no servían. Todas estas partes las hemos ido arrinconando en algún sitio y nos sentimos amenazados porque parece como sí nos pertenecieran.
En la película «Los puentes de Madison», la protagonista ha abandonado sus sueños de adolescencia y vive una vida apacible y aburrida en un lugar lejos de su ciudad natal. Ha renunciado. Sin embargo, un buen día (el mismo en el que su marido se va con sus hijos a pasar cuatro días en una ciudad lejana), aparece un fotógrafo que encarna esos sueños para ellos olvidados y se enamoran perdidamente.
Y entonces se plantea el conflicto, ¿mi marido o él?. El problema es que el conflicto, la separación están dentro de ella y no fuera. Ni con el marido podrá vivir la pasión (ella misma no se lo permite) ni con este nuevo hombre está dispuesta a emprender una vida en común. Lo dice claramente: Si me fuera contigo esto no duraría. Uno se pregunta ¿Por qué, si lo tiene tan claro, si están tan enamorados?. Sin embargo ella lo sabe a ciencia cierta, es como si supiera que sólo puede entregarse a ese sentimiento de amor intenso porque sólo van a durar cuatro días.
Como decíamos, el conflicto y la disociación están dentro y no fuera. ¿Qué nos ha hecho llegar a este conflicto? Desde el punto de vista psicológico, las experiencias de nuestra infancia tienen mucho que ver con todo este asunto. En este sentido funcionamos de manera muy automática. Tenemos una cinta grabada en nuestra cabeza que repite y repite la misma información. El miedo a ser rechazados es tal que no nos atrevemos a ser quienes somos y vamos ensartando cuentas como un rosario de mentiras que construye una persona que no funciona adecuadamente.
Por eso creo que nadie nos vendrá a salvar desde fuera. El gran amor no se nos presentará de pronto con su armadura de plata montando en su caballo blanco para descomponer los pedazos diseminados de nuestro ser. Se presentará cuando hayamos hecho nuestra labor de recomposición interna, recuperando a través del dolor y también del placer, todos esos pedazos de nosotros mismos que habíamos negado y que nos torturaban. Es una gran labor de restauración pero no hay que inventar nada, está todo ahí dentro de nosotros. Sólo hay que engrasarlo un poco para que vuelva a funcionar.
https://anamorenopueyopsicologa.wordpress.com/
1 comentario
ANA… ¡gracias!… por tu «reflexión» psicóloga sobre*Los Puentes De Madison*…
¡no entendí totalmente toda tu reflexión psicóloga, más de lo que alcance a entender, es que hay un arduo camino, para lograr/gozar, de una buena salud mental!(también lo experimente de «motus» propio, tras innumerables «trabajos» terapéuticos,a lo largo de de mi extensa vida y lo que creo que me ayudó/salvó, es: *vivir en el aquí y ahora*, en *este único instante*… dónde *sucede (en realidad) la vida*… sin «el maya»… del ayer y el pasado… y sin «el maya»… del mañana y el futuro!!!…
¡GRACIAS!… por ayudarme a descubrir, que la lectura de ese maravilloso libro *EL PODER DEL AHORA*… de*Eckhart Tolle*
sería mi *sendero de sanación*… ¡DIOS TE BENDIGA Y TE PROTEJA!