Ayer, domingo 2 de octubre de 2022, volvimos muy contentos a casa tras la añorada cita con nuestros hermanos franceses de Tarbes. Aunque parezca imposible, fuimos más ilusionados que nunca y regresamos más satisfechos que nunca, si cabe, pues el listón de cada Rencontre hace años que se sitúa al más alto nivel de organización y de convivencia.
En esta ocasión tocó madrugar a los españoles y aún así, supimos disfrutar de una kilometrada por carreteras y puertos míticos como el Aspin o el Tourmalet. A nuestra llegada al hotel Marboré sentíamos el calor de la nueva organizadora, Josiane, quien se dirigía uno a uno a todos los participantes recién llegados para obsequiarles con una dulce “friandise”( golosina) a modo de tentempié.
En unos minutos estábamos dispuestos en una larga fila cogiendo altura por senderos típicos de Parque Natural que como ya acostumbramos a disfrutar en Ordesa, conducirían al grupo por una faja o sendero colgado hasta esa cascada de Gavarnie tan deseada aunque su caudal hubiera mermado por la última canícula. El espectáculo del circo es impresionante. Debo decir que esta vez el grupo de Barbastro era muy numeroso pues el destino atraía a todos de una manera especial. Gavarnie es un templo del Pirineísmo. Supimos acercarnos hasta tocar sus paredes y refrescarnos bajo la refrescante ducha de unas aguas pulverizadas que caen con vértigo del salto más elevado de toda la cordillera. Su origen es muy especial pues en un estudio geológico se concluyó que procedían del Lago Helado de Monte Perdido, a 3000m.
Resultó una jornada muy completa pues a los más de novecientos metros de desnivel en el ascenso se sumaron las sorpresas de una visita singular en la bajada. Los anfitriones nos desviaron del sendero para mostrar dos túmulos funerarios en pleno monte y no eran cualquier cosa. Allí estaban enterrados desde 1924 los restos del gran pirineísta Franz Schrader o el matrimonio Lebondidier cuyo recuerdo nos transporta a lugares emblemáticos como el pico Bachimala-Schrader o cimas de las Maladetas que ese matrimonio ya recorría a principios del siglo XX.
En el programa había también otra visita a la Iglesia y cementerio de Gavarnie y allí pudimos rendir homenaje a las tumbas de Jean Arlaud o Celestin Passet. Era increíble, sin duda estábamos en la capilla de los pioneros que crearon el amor por estas montañas pirenaicas.
Siempre he hecho mención a las cenas con sus parlamentos y cánticos. En esta ocasión quisimos alabar la figura de François Franco, motor de estos Encuentros desde el lado francés y quien ha dado un paso al lado para que Josiane Mornettas se haga cargo de dirigir la actividad. Hubo regalos para fieles colaboradores como Gérard Pétit o Christian Picantet entre otros. También disfrutamos de la presencia de la nieta de Raymond d’Espouy, Catherine.
El domingo habían previsto una auténtica visita panorámica para poder observar la Brecha de Rolando, el Bazillac y su dedo, los Astazous o el Taillón. Así , en el mirador de Tentes encontramos una mesa con mapa cerámico de 360 grados que desvelaría a todo color la más mínima duda sobre cualquier cima entre los cientos que teníamos a nuestro alrededor, entre ellas el Vignemale y su glaciar d’Ossue.
Tras coronar el pico Pahule (2279m) ya no quedaba más que volver al hotelito para sentarnos a comer, cantar y estrecharnos entre abrazos y besos de una despedida llena de emoción.
Amigos, la montaña, los Encuentros, son un sentimiento y un estilo de vida; también son algo que se debe compartir con cariño porque si no, no rebrotan para “toucher” tan hondo y rejuvenecer los corazones montañeros.