Como cada doce de febrero los vecinos de Colungo celebraron la fiesta pequeña en honor a la Virgen Mártir Santa Eulalia. Una fiesta muy querida por todos los vecinos.
Al mediodía se prendió la hoguera en la plaza hecha con grandes troncos de almendrera y ramas por lo que ardía muy bien.
Pasadas las cuatro el bandeo de las campanas y lanzamiento de cohetes indicaba el comienzo de la misa en la iglesia de San Esteban que se encontraba repleta de fieles pues aunque la festividad sea en día laborable, siempre congrega mucha gente por la devoción que se tiene a la Virgen y el reparto de los panecillos bendecidos.
Al acabar la misa se hizo la procesión por las calles del pueblo con la Virgen en la peana adornada con flores camino de la ermita de Santa Eulalia situada en el cementerio. En esta ocasión fueron las mujeres del pueblo las encargadas de llevar la peana de la Virgen.
Durante el trayecto hasta la ermita se va rezando el rosario. El día también acompaño lucia un buen sol que hizo que no se notara tanto el aire y se disfruto de un buen día.
La imagen de Santa Eulalia que se lleva en la procesión es una réplica de la Virgen grande que se encuentra en el interior de la ermita y que resultaba más difícil de transportar. Así que esa se encuentra siempre en el altar y la otra se sube y baja el día de la fiesta.
Una vez ya en la ermita se canta el himno a Santa Eulalia, se trata de un canto muy antiguo, de cuatro estrofas y en el que se pide a la Virgen que nos proteja y al pueblo de Colungo eche su bendición. Se reparten unas hojas para aquellos que no sepan la letra por lo que toda la gente participa y es uno de los instantes más bonitos del día que emociona a muchas personas.
En esta ocasión la llegada a la ermita fue muy especial, ya desde lo lejos se escuchaba el repicar de la campana Santa Eulalia que recibió con un gran volteo a la Virgen en su ermita. Los jóvenes del pueblo volteaban con fuerza la campana, un sonido que se perdió hace muchos años, en la guerra civil se sustrajo para utilizarlo como metralla y este pasado año una familia dono la campana. Antonio Albás ya fallecido sentía mucha devoción a la Virgen y era su deseo poner una campana, su familia cumplió su voluntad por lo que el volver a oír la campana tantos años después fue muy emotivo.
Al volver de la procesión ya de nuevo en la iglesia llega el momento de la bendición. Los panecillos más de cuatrocientos se colocan en unos sacos frente al altar junto con el jamón en las bandejas y a ritmo de jota el mosén Cabrero los bendice.
A la salida de la iglesia se reparten los panecillos junto con el jamón a todos los asistentes y se acompaña con varios porrones de buen vino. Los vecinos suelen coger panecillos para familiares que no pueden estar presentes por el hecho de ser bendecidos.
La gente se reúne alrededor de la hoguera para comer el pan en un gran ambiente de armonía. A diferencia de las fiestas del Pilar que reúnen mas público visitante, en estas se está más “los de casa” por eso también se disfruta de una forma especial.
Una tradición que no se puede perder y entre todos debemos mantener. Viva Santa Eulaia.