Pedro Solana (Barbastro). Una vez en Graus, en la mañana del sábado 28, con mi compañero José Luis quedamos impresionados por la multitud de jóvenes ciclistas que se agolpaban en la salida y nos situamos entre los últimos, si bien no es menos cierto que por el camino me distraje a última hora tomando un café cargado en el bar Lleida. Las anteriores semanas de entreno habíamos consensuado una estrategia conservadora mientras realizábamos los itinerarios de preparación que nuestras obligaciones y compromisos nos permitían.
Incluso me había tomado un día de fiesta laboral para probarme en solitario pedaleando en larga distancia. Sabía, por mi amigo Víctor Andreu, experto ciclista, que esta prueba me costaría media hora menos que la Quebrantahuesos. ¡Vaya consuelo si antes de esa media hora habían de pasar otras ocho de brega intensa!
Por fin salimos y durante largos segundos permanecimos embutidos en un ceñido pelotón que comenzaba poco a poco a desperezarse. Nada más abandonar Graus vi cómo todo el mundo aceleraba adelantándome por el valle del Isábena hacia Lascuarre.
También José Luis se había dejado llevar por la marea multicolor. Poco a poco sentía que las piernas cogían ritmo y temperatura, pero apelé a mis principios y mantuve una suave cadencia.
Al empezar el puerto de Lascuarre me encontraba un poco mejor constatando que iba casi el último. Pero este será siempre mi terreno y, en unos minutos, ya rebasaba algún ciclista que se había descolgado de algún grupo.
No dejé de escudriñar las curvas que se adivinaban entre el espeso bosque, tan verde y fresco como lleno de aire puro, hasta que por fin descubrí a mi compañero. ¡Sabía que me esperaría …! Ahora íbamos los dos a rueda al ritmo que tanto conocemos y que nos gusta utilizar en las salidas habituales de fin de semana.
Casi sin darnos cuenta nos quedamos solos coronando este primer puerto de Lascuarre e iniciamos el descenso a Benabarre raudos y bien compenetrados.
Hasta llegar a Torres del Obispo supimos recuperar minutos alcanzando velocidades de vértigo por una larga bajada de aspecto y asfalto impecable.
Al entrar de nuevo a Graus formábamos parte de un estirado grupo y desde muy cerca recibíamos el caluroso aplauso de los vecinos justo antes de alcanzar el primer avituallamiento.
En esta primera parada y, casi sin mediar palabra, continuamos la estrategia: Comer plátanos, rellenar los bidones con bebida isotónica, buscar en el monte un WC improvisado y, sin perder un segundo, continuar la marcha.
Continuará la semana próxima…