Esa manera que tenemos de recoger algo, el sentimiento de satisfacción que te genera el obtener lo que tanto ansiabas, o incluso la forma de sostener un objeto.
Cosas, actos o todo aquello que consideramos que nos ayuda a alcanzar la perfección.
Pero, esa es la cuestión. La perfección en sí misma, no existe. Y el querer alcanzarla por encima de todo, no es sino un arma de doble filo que puede llegar a convertirse en un gran defecto.
Buscamos mejorar en nuestro trabajo, en nuestra manera de actuar, en nuestro físico, buscamos y buscamos. Peleamos y más peleamos.
La verdad es que sí, no cabe duda que buscamos mejorar, lo que demuestra que poseemos un gran sentido de la responsabilidad. Pero, no es lo mismo el enriquecer, que el querer alcanzar lo perfecto, la plenitud, ya que no existe un tipo exacto de ello.
Así pues, partamos de la base de que la perfección es algo subjetivo y busquemos la nuestra propia.
Olvidemos lo que consideramos bonito o correcto, pues en eso se basa, en que para cada uno de nosotros esos conceptos serán cosas diferentes. Averigüemos la manera de progresar en nuestra vida y dar a conocer nuestras cualidades y logros, sin tener que exigirnos más de lo que debemos a nosotros mismos.
Al fin y al cabo, no hay mayor perfección que ser capaces de encontrar aquello que nos hace felices, valorarlo y saber conservarlo.
Todos podemos ser seres valiosos con la obligación de darnos a conocer.