Torla, en el alto valle del Ara y a las puertas del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, ha podido mantener también su Carnaval tradicional gracias a los ancianos de la zona.
Lo que diferencia a Torla de los demás pueblos es que los males y problemas de la población se representan en una persona de carne y hueso a la que llaman «Carnabal» frente a otros pueblos que lo personifican en muñecos.
«El carnaval de Torla, igual que en el resto de los pueblos del Pirineo, se venía celebrando durante muchos años, pero en la época de la dictadura se dejó de celebrar por la prohibición de las celebraciones paganas. -Manuel Villacampa, concejal de Torla- Sobre los años sesenta se recuperó un año o dos pero a finales de los años ochenta y principio los noventa fue cuando un grupo de jóvenes de Torla quiso recuperar la historia».
Manuel Villacampa lamentaba que este iba a ser el primer año desde entonces que no es posible organizar este acto.
Días antes de esta fecha se rumorea que el Carnabal anda por lugares próximos a los montes de Ordesa después de estar haciendo el mal durante todo el año a sus habitantes. Los habitantes salen a capturarlo y lo consigue «el tenedor» que lo vigila y lo lleva atado hasta Torla.
Mientras el tenedor lo pasea por el pueblo para que lo conozca, Carnabal tiene licencia para hacer todo tipo de mal como asustar a los niños, manchar con ceniza y betún, apropiarse de todo, asustar a los turistas y cualquier acto que en condiciones normales no es permitido.
Después de “bien farto y con buenos tragos de más”, se procede a hacerle un juicio popular, acusándole de todas las desgracias que suceden durante el año. Aquí se lee el romance que nos recita Manuel:
El carnabal se intentará defender de las acusaciones pero siempre es condenado a muerte. Una vez librados de todos los males vecinos y visitantes dan paso a la diversión
Los personajes principales:
Carnabal: estos últimos años ha estado representado por Marco Escanero que cuenta que él intenta conseguir la libertad «pero nunca lo consigo y en el juicio siempre soy ejecutado».
El traje que lo disfraza consta de pieles de cabra que cubren un pantalón y un saco de arpillera. Los cuernos de choto se colocan en un casco de hierro, los dos cuernos grandes van atrás y otros dos más pequeños delante. Todo esto es cubierto de piel. Marco Escanero relata: «En la espalda llevo un cojín para que el tenedor a lo largo de la ronda me vaya golpeando con una vara para intentar domarme».
Tenedor: visto como un cazador local, el tenedor es semejante a un cazador, Jorge Nerín que ha estado representándolo durante cuatro años explica: «La figura del tenedores es un tipo de cazador, pero más grotesco. Se pinta la cara con hollín y lleva una peluca. Porta vestimentas de lana hechas a mano simulando un personaje que vive todo el año en el monte y solo sirve para cazar al carnabal y traerlo cada año. Es un figura entre un pastor y un cazador.»
Jorge Nerín confiesa que formar parte de esas tradiciones siempre es para un honor, porque si hechas la vista atrás, «vienen desde hace muchos años y es una alegría ver que se sigan manteniendo».
Son unos actos en el que todo el pueblo se implica y cada vez tiene más repercusión a nivel autonómico. «Tanto las personas que nos disfrazamos, como el que simplemente acude a la ronda, o el que nos ayuda a realizar el juicio final del carnaval, cada uno pone un granito de arena y al final acabamos haciendo algo grande como es mantener una tradición desde muchos años» afirma Nerín.