Acabamos de concluir un puente que se preveía muy concurrido en cualquiera de los destinos elegidos. Viajar a Logroño y a Laguardia ha sido todo un acierto. Después de pasar algún tiempo sin recorrer esta zona, me llama la atención la cantidad de visitantes durante esta época del año. Esto demuestra el gran interés de la gente en atracciones naturales y culturales por la tierra de las bodegas. A parte de encontrar las calles atestadas de transeúntes, el lugar donde hemos pernoctado es un espacio para relajar la mente y el cuerpo, ofreciendo a este último una sensación placentera al darse cita la autenticidad y la calidad a través de los vinos más apreciados en el sector y una gastronomía basada en los productos locales.
Se podría decir que aquí hemos hecho el cambio de estación, adentrándonos en pleno invierno. Las temperaturas han bajado ostensiblemente y las ráfagas de viento han hecho que transitar por las calles a ciertas horas del día no sea demasiado agradable. Ha habido momentos en que parecía que la nieve nos iba a visitar, aunque todo se ha quedado en aguanieve.
El segundo día de nuestra estancia en Laguardia, mi marido y yo nos fuimos a Logroño para hacer un reencuentro de amigos. Nos juntamos dos parejas, disfrutando de un tapeo por la famosa calle Laurel, un lugar repleto de bares y donde en cada establecimiento se pueden encontrar diferentes variedades de pinchos. Seguimos con la gastronomía al quedar para comer con otros amigos en el hotel en el que ellos se iban a alojar. Siempre que se habla de La Rioja la asociación que se suele hacer es de buen comer y buen vino. Tuvimos la ocasión de dar fe de ello al degustar, un día después, una cena en una de las famosas bodegas, Solar de Samaniego, de Laguardia, en La Rioja alavesa. La visita fue amena y didáctica, con una amplia explicación de su evolución e historia. Se amenizó con diferentes vinos para apreciar sus cualidades. Valoramos muy positivamente la buena y generosa degustación, igual que esa fusión que ha unido dos artes dentro de un solo proyecto: vino y literatura, conocida como “Beber entre líneas”.
Centrándome en esta localidad donde se ubican las bodegas, no puedo más que mostrar una gran satisfacción al haber conocido con detalle este maravilloso pueblo medieval con tres calles principales estrechas y alargadas, unidas por callejas o plazas que la atraviesan, rodeadas por una monumental muralla. De toda su arquitectura, quiero dejar constancia de dos iglesias, que se encuentran en los extremos de la población: la de San Juan Bautista y la de Santa María de los Reyes. Ésta última es el edificio más emblemático de Laguardia. En su interior se encuentra un pórtico realizado en piedra de finales del s. XIV y que conserva intacta la policromía del s. XVII. No podría pasar por alto que el gran autor de fábulas, hijo del Siglo de las Luces, Félix María de Samaniego, es uno de sus personajes destacados, pudiéndose contemplar, y tal vez visitar, la casa palacio donde nació.
Acabo esta crónica de un puente muy especial diciendo que el patrimonio histórico de esta villa, el cuidado de sus calles y su entorno le han llevado a ser considerada una de las más bonitas de España. Y como se trata de una zona vitivinícola y una localidad con un impresionante trazado medieval, añadiré que los hombres de letras de esa época ya hablaban sobre el vino. Algunos poetas, como Gonzalo de Berceo o el Arcipreste de Hita, hicieron alusión a las bondades del mismo, así como a los peligros de excederse con él.