El 11 de mayo de 1973 la Orquesta Nacional de España dio un concierto en la catedral de Barbastro, dirigida por Rafael Frühbeck de Burgos. Aquella efemérides situó a nuestra ciudad en la división de honor de la cultura española. Nunca la orquesta más importante de España había visitado una ciudad del tamaño de Barbastro. Y nunca había actuado fuera de una capital de provincia.
¿Cómo pudo lograrse? El barbastrense José Antonio Escudero, actual Presidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, y miembro de la Real Academia de la Historia, catedrático de Historia de Derecho y doctor Honoris Causa de diversas universidades europeas, fue la persona clave; lo logró en el restaurante madrileño El Landó, en una comida con el Director General de Bellas Artes, el catedrático de Historia de América D. Florentino Pérez Anadón. En aquel restaurante Escudero le sugirió que la Orquesta Nacional visitara Barbastro durante su Semana Cultural. Don Florentino, tras oírle, puso cara de asombro, echó la espalda sobre el respaldo de la silla y le preguntó “¿Tú estás loco? ¡La Orquesta Nacional ni siquiera ha visitado Zaragoza, ni Huesca…!” Escudero, historiador como su interlocutor, adujo varias razones para convencerle, entre otras que España se encaminaba hacia una democracia para cuando falleciera Franco, y convenía acercar las instituciones del Estado a las personas, democratizar la sociedad… Con esa y otras razones convenció a Don Florentino (del Opus Dei) tras lo que pidió a Escudero que llamara, para tomar café, al Comisario General de la Música, D. Antonio Iglesias, gran pianista, quien fuera comentarista de música del ABC. La llamada se produjo con el teléfono del mismo restaurante. Cuando el Director General de Bellas Artes le comunicó a Iglesias que la Orquesta Nacional de España actuaría en Barbastro, Iglesias retiró otro palmo sa espalda pero sin emitir opinión discordante con la de su jefe…. Similar extrañeza tuvo Frúhbeck de Burgos cuando lo supo.
Barbastro llevaba varios años organizando una Semana Cultural admirable, con visitas de personalidades sabias y documentadas. El concejal Ollé fue el gran impulsor y encontró en el corresponsal Ramón Martí un extraordinario colaborador. La Semana Cultural no estaba organizada exclusivamente por concejaes del Ayuntamiento, pues era resultado de una colaboración muy estrecha de diversas personas de la ciudad. Unos años antes, en la primavera de 197, se invitó a un joven periodista de 23 años, subdirector del diario Madrid, caracterizado por su oposición al franquismo. A los pocos meses de su conferencia el diario fue cerrado (el joven periodista Miguel Ángel Aguilar había venido también por intermediación de Escudero de quien era, y sigue siendo, amigo)
Por aquel entonces el académico de la Lengua Don Joaquín Calvo Sotelo comentaba en televisión, semanalmente, el significado y uso correcto de determinadas palabras, y en uno de sus programas comentó que unos barbastrenses habían discutido acerca de si procedía usar la palabra obnubilar u obnublar. Calvo Sotelo (hermano del político asesinado por los republicanos, que fuera presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, l misma que ahora preside José Antonio Escudero) en su intervención televisada, se refería a una tertulia de maestros, médicos y algún concejal que se reunían en la cafetería Vitoria. Aquella anécdota, sabida en toda España gracias a la televisión, relacionó a Barbastro con la cultura, y coincidía con su admirable semana cultural y su premio literario de novela corta. Un premio que andaba con paso fuerte: unos años antes había sido galardonado el escritor guadalajareño Angel María de Lera, antiguo comandante republicano, que era periodista en el ABC. Años después lo ganaría Carmen Kurtz, que antes había ganado el premio de novela corta Ciudad de Barcelona, con su entrañable biografía “Duermen bajo las aguas”. La presencia de la Orquesta Nacional de España coronaba una trayectoria admirable donde Barbastro despuntaba como un importante foco de actividad cultural.
Me imagino que Barbastro se organizó al milímetro para el concierto. El carpintero Durán construyó la enorme tarima escalonada que se levantaba por encima del altar, para acoger a los músicos. En el transporte de las vigas colaboraron voluntarios, entre ellos el secretario del ayuntamiento, Ramón Salanova.
Había temores sobre la acústica de la catedral, que resultó excelente. El programa de mano lo hizo la imprenta Hecho, modelo de sobriedad y bellos detalles. La portada es como el palmeral de Elche hecho de piedra. D. Julio Broto, mi tío, escribió una adenda sobre las obras que se iban a interpretar, todas de Beethoven: comenzaba con la obertura de Egmont, luego la 8ª y para finalizar la 5ª.
Para evitar aplausos a destiempo se pidió a Don Julio Broto que hiciera de “clá”, porque él si sabía cuando acababa cada tiempo. Y así pasó de dirigir la Coral Barbastrense a dirigir los aplausos barbastrenses… Sentado junto al órgano, con su sotana, fue la referencia visual y acústica de los asistentes que le miraban con el rabillo del ojo cada vez que se producía un silencio.
Yo era un adolescente y recuerdo varias cosas de aquella tarde: era primaveralmente soleada y al entrar en la catedral los rayos del sol barnizaban su atmósfera con una tostada y cálida pátina. La catedral, llena a rebosar, con mucha gente venida de ciudades lejanas para oír a la mejor orquesta de España y una de las mejores de Europa. Me disgusté al ver que debía sentarme en la primera capilla lateral derecha que hay a la entrada, sin poder ver así a la orquesta. Todas las capillas estaban abarrotadas y numerados sus asientos. Me impresionaron las cuatro primeras notas de la 5ª (pom, pom, pom, poooom) y me sobrecogí con aquella fuerza musical que impactó en el espacio diáfano de la catedral… En un momento dado me incliné para poder ver algo tras la esquina de la capilla, y nuca olvidaré la imagen de Fühbeck de Burgos: altísimo, rubio, germánico (como su padre, oficial alemán) que dirigía la orquesta en un estado como epiléptico, como si una corriente eléctrica atravesara su gigantesco cuerpo… (Años más tarde los músicos del Metropolitan de Nueva York le dijeron que llevaban mucho tiempo anhelando tener un director como él)
Un éxito. Al acabar me acerqué a la sacristía para pedirle un autógrafo a Fühbeck de Burgos, que amablemente me lo escribió en el programa. Lo he perdido… Pero el otro día, limpiando el armario de mi tío Julio en el órgano, por donde estuvo sentado dirigiendo la “cla” he encontrado otro que me ha hecho invitado a escribir esta crónica.
El 11 de mayo se cumplen 44 años, un largo tiempo donde tantas cosas han pasado. Y tantas han dejado de pasar.