Decía Ryszard Kapunscinki, reportero polaco, premio Príncipe de Asturias de las Letras, en uno de sus muchos libros (escojan cualquiera de ellos, descubrirán y aprenderán a conocer otras civilizaciones, culturas y al hombre mismo) que en Guatemala cuando el fue reportero para toda Latinoamérica durante varios años (hablaba muy bien español) la jerarquía del poder en aquel país era muy sencilla: en la cúspide se situaba la embajada de Norteaméricana y su embajador, luego venían un selecto grupo de generales del ejército del país centroamericano, más todos los cuadros coroneles del mismo, y ya finalmente a distancia y en tercer lugar el presidente de la nación.
¿Se podía, se puede llamar a eso nación? Supongo, suponemos muchos, que solo cabe calificar a este engendro de protectorado o chiringuito.
Pues algo así sucede en nuestro país. Y veamos pues como se reparte la jerarquía.
En la cúspide del cortijo están sus amos o dueños, es decir el Ibex 35 y las multinacionales; y al lado de estas la UE y el embajador de EEUU.
Le siguen los cooperadores necesarios de todos los anteriores, esto es, sus instrumentos y herramientas en el estado: los altos cuerpos de funcionarios que los protegen, redactan las leyes y los reglamentos, y las interpretan, sancionan, ejercen la fuerza y ejecutan las disposiciones.
El tercer estrado, lo ocupan los gerentes del cortijo. Es decir, todos los políticos autonómicos, provinciales y nacionales. Suelen estar bien remunerados, pero si no sirven a los amos se les releva o despide por diversos métodos, en especial a través de la jefaturas de gerencia, también llamadas partidos políticos, organizaciones estas muy poco democráticas y autoritarias.
Finalmente, figuramos todos nosotros, el pueblo, al que todos los anteriores tildan de soberano para halagarnos y así tomarnos el pelo mejor con el objeto de que paguemos toda la fiesta. Dentro de dicha fiesta, cada vez más cara, el pueblo es convocado cada cuatro años a un circo en el que son elegidos en unas “ reñidas” elecciones los diferentes gerentes del cortijo, que en un 90% son siempre los mismos o sus herederos.
Los amos y los cooperadores necesarios siempre ganan las elecciones, aunque nunca se presenten a ellas, ni tengan la mas mínima intención de hacerlo.