Pedro Español es toda una institución en El Grado. El veterano alguacil se jubila tras 21 años de servicio al municipio formado por los núcleos de Coscojuela de Fantova, Enate, Artasona y El Grado. Su relevo lo toma el joven Alberto Blanco que ya está aprendiendo un oficio sacrificado en el medio rural ya que requiere una atención permanente y una disponibilidad total para solventar cualquier tipo de inconveniente.
A sus 62 años se prejubila con honores, ya que en las pasadas fiestas de El Grado fue investido como miembro de la Orden de la Morisma, galardón que se concedía por primera vez y que en este caso reconoce su trabajo por consolidar esta representación teatral tras su recuperación en los años noventa.
El trabajo de alguacil «no es complicado pero te coge muchas horas porque tienes que atender todo: mantenimiento, averías, estar al tanto y tener un conocimiento de todo para poder acudir a todas las partes».
Se puede afirmar que para ser alguacil además de buena predisposición para trabajar cuando surgen los problemas, sean fines de semana o festivos u horarios intempestivos, hay que ser un manitas y tener nociones de electricidad, fontanería carpintería, albañilería, pintura, jardinería, etc. «Hay que estar las 24 horas porque si sale una avería cuando has plegado, pues tienes que acudir y tienes que estar al tanto de los cuatro pueblos. En Coscojuela muchas veces he tenido que ir a subir bombas de agua un domingo para que pudieran regar el lunes.
Otras veces he tenido que hacer chapuzas hasta que viniera el electricista para arreglarlo. Son cosas que se aprenden caminando por la vida y por estos trabajos. La clave es estar ahí cuando hay un problema», explica.
El trabajo de proximidad con estas cuatro poblaciones ha hecho que surja, como aspecto más positivo, una estrecha relación de amistad con muchos vecinos que incluso ni acuden al alcalde a consultarle sus problemas si no que se dirigen al alguacil. «Los vecinos te cogen amistad y confían en ti y me piden que les arregle cosas antes de acudir a quejarse al alcalde. Pero cada uno estamos en nuestro sitio, hay cosas que las puedo resolver yo y otras que las debe resolver el alcalde», matiza.
A la actividad diaria de mantenimiento del municipio, el alguacil de El Grado tiene que arrimar el hombro en los eventos que se organizan en esta localidad como el Mundial de Parchis, La Morisma o las fiestas. «El primer año del Mundial de Parchís te mareas, pero luego ya le vas cogiendo el tranquillo, igual que La Morisma que ha caído en domingo, pero en este trabajo no hay domingos», afirma.
En su día a día, Pedro se siente afortunado por haber tenido un jefe como el alcalde Joaquín Paricio con el que empezó siendo alguacil. «Tuvo confianza en mí y yo he tratado de corresponder en todo. En los trabajos siempre respondes en función de cómo te llevan. Si una empresa te lleva a rajatabla, pues tú haces tus horas y nada más, pero si hay confianza por ambas partes no importa trabajar cuanto te toque a las cuatro de la mañana.», explica.
Tras su jubilación, ahora su faena se centrará «en el huerto donde podré pasar el tiempo, aunque ya me ha dicho el secretario que aún estando jubilado, como estaré por aquí les da igual -ríe-, «así que estaré para enseñarle todos los trucos al nuevo alguacil para que vaya cogiendo confianza porque para este oficio hay que llevar un archivo en la cabeza».