Cuando, hace unos días, descendí al piso bajo de la madrileña librería “Lé”, donde se congregaba un nutrido grupo de personas a la espera de que comenzasen las intervenciones de Federico Mayor Zaragoza, Montserrat Galcerán Huguet y Juan José Tamayo-Acosta para presentar un libro de este último (Teologías del Sur. El giro descolonizador, Madrid, Trotta, 2017) tuve la sensación de estar accediendo a uno de esos cenáculos del conocimiento casi clandestinos, en los que reinan el recogimiento y la serenidad que da el haber llegado a recolectar a lo largo de una vida de búsqueda un escaso pero muy selecto puñado de certezas, y a aceptar la convivencia pacífica con todas las demás incertidumbres.
Todavía no sabía que estaba a punto de internarme en las profundidades de los sueños y utopías del que posiblemente sea uno de los más sobresalientes teólogos de nuestro país, y sin duda uno de los más influyentes en muchas otras partes del mundo. Tras la apertura del acto por parte del editor de Trotta, editorial con la que Tamayo-Acosta ha mantenido una prolongada relación, ya que este es el decimoctavo libro suyo editado por esta firma, hizo uso de la palabra Federico Mayor Zaragoza para instarnos, sin más preámbulos y casi a bocajarro, a tomar decisiones rápidamente ante los problemas, urgentes, de nuestros días, advirtiéndonos de que ya no son problemas únicamente locales, sino que afectan a la vida digna en todo el planeta. Lanzó una serie de preguntas de las que no estaba ausente la recriminación implícita hacia la falta de acción europea ante los problemas acuciantes del mundo. ¿Cómo puede ser que sólo siete países manden sobre el mundo?, nos interroga, ¿cómo es posible que no se tomen medidas inmediatas cuando se sabe hace tiempo cuáles serán las terribles consecuencias del calentamiento global, de las migraciones o de los fundamentalismos? “Lo inesperado, a veces, puede ser nuestra esperanza”, aseguró, refiriéndose con “lo inesperado” a cosas tales como la caída del muro de Berlín o la revolución liderada por Mandela, pero –advirtió– cuando lo inesperado es el acceso al poder de líderes como Trump o Bolsonaro, es necesario estar alerta, ponerse en guardia bien pertrechados en todas las formas posibles de esperanza. Y una de las formas de esperanza para la humanidad es esa teología de la liberación que se preocupa por los seres oprimidos y que busca liberarlos de las varias formas de dominación que padecen: capitalismo, patriarcado, fundamentalismo o racismo. De Juan José Tamayo-Acosta destacó Mayor Zaragoza su admirable profundidad filosófica, y también su utopía: no es sólo un gran estudioso sobre el tema, sino que “es uno de los grandes protagonistas de la Teología de la Liberación”, aseguró.
La catedrática de filosofía de la Universidad Complutense Montserrat Galcerán habló por su parte de cómo nuestra tradición filosófica grecolatina nos ha conducido a considerarnos con cierta “supremacía” intelectual que ve al “otro” (entendido como las otras razas o culturas) como “lo que no soy yo”, lo diferente e incluso lo inferior –y lo mismo podría decirse, comentó de paso, de la mujer con respecto del varón–. Aun admitiendo las capacidades de “los otros” (por ejemplo, la habilidad musical de las personas de raza negra), tales capacidades son vistas como “inferiores” al pensamiento racional europeo. Todo eso, señaló, hace que seamos “muy ciegos a los aportes de las otras culturas”. Sobre el pensamiento de África en concreto apuntó que, incluso, algunos filósofos son de la opinión de que no hay en ese continente una verdadera filosofía (del logos). Por eso precisamente señala como uno de los valores indiscutibles del libro de Tamayo-Acosta el volver la atención hacia esos “otros”: destaca en ese sentido el capítulo dedicado a las teologías afroamericanas de EE.UU., que consiguen darle la vuelta a una teología de dominio para convertirla en una teología de liberación, y el capítulo final dedicado a las teologías indígenas. El libro de Tamayo-Acosta toma en consideración la dimensión de la Naturaleza, ausente de otras teologías occidentales, y también las teologías feministas, así como el problema del mal y del sufrimiento, asunto este último, añade Galcerán, que la Teología de la Liberación se cuestiona, concluyendo que no estamos obligados a sufrir.
Por último, tomó la palabra el propio autor, Juan José Tamayo-Acosta, para referirse a la génesis de su libro, concebido “en itinerancia” primero por el sur de Europa, concretamente en Portugal, y más adelante por el sur caribeño, en República Dominicana y Haití, donde entra en contacto directo con la extrema pobreza de sus habitantes pero, sobre todo, con el “sentido liberador de las religiones afrocaribeñas”. Es un diálogo, nos cuenta, Sur-Norte pero, sobre todo, Sur-Sur, hasta el punto de que otro posible título que había considerado era el de “Teologías del Sur Global”, ya que no se refiere con este concepto a un Sur geográfico, sino que es “una metáfora de la injusticia estructural y del sufrimiento sistémico de los pueblos oprimidos”, producido por diferentes sistemas de dominación que actúan “en alianza y complicidad”: el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, el imperialismo, los fundamentalismos de todo tipo, el racismo y la xenofobia, y el modelo de desarrollo científico-técnico de la Modernidad basado en la centralidad del ser humano, enumera. Además, en el título Teologías va en plural, en consonancia con la pluralidad del ‘pluri-verso’, y no del ‘uni-verso’, y el adjetivo ‘descolonizador’ que también contiene el título alude a que el colonialismo sigue vivo bajo formas sutiles de dominación.
Y llegado a este punto nos comentó lo que a mí me pareció lo más revelador de su presentación: usando la terminología de Kant, dijo que escribir este libro le había ‘despertado’ de dos sueños: del sueño del dogmatismo y del sueño de la modernidad; pero que también le había ‘quitado’ el sueño (en el sentido, intuyo, de haberle producido ‘desvelamiento’) escribir este libro a causa de ese proyecto de las epistemologías del sur; y que, por último, le había dado la oportunidad de ‘realizar’ un sueño: el de transitar por otros mundos posibles.
Y terminó su intervención con dos últimos apuntes, uno lingüístico y otro literario: el primero, una alusión a la acuñación del término ‘epistemicidio’ (como otrora se acuñara también el de ‘aporofobia’), en el sentido que Boaventura de Sousa Santos le confiere como rechazo y eliminación de aquellos modelos de pensamiento no occidentales; y el segundo, el literario, en referencia al conocido poema de Mario Benedetti que terminaba diciendo: “El sur también existe”. Escribir este libro, nos cuenta, le ha supuesto un cambio de perspectiva y de horizontes, no sólo desde el campo teórico, sino desde la misma praxis. Brindemos, pues, por este nuevo libro del que el propio Tamayo-Acosta dice: “Me ha dado la oportunidad de realizar un sueño, el de transitar por el Sur Global camino hacia la utopía de Otro Mundo posible”.