En el largo y proceloso itinerario del contencioso que actualmente enfrenta al gobierno de España con su homónimo autonómico catalán, hoy tocaba parada del convoy político en una nueva estación: estación sentencia. Por fin, después de varios meses de suspense y elucubraciones varias, el Tribunal Supremo ha dado a conocer la sentencia del juicio al que fueron sometidos líderes políticos y sociales del independentismo catalán.
Como siempre en estos casos el fallo emitido está sujeto a diversas interpretaciones de variado signo, político y jurídico fundamentalmente, también sociológico, considerando los afines a los condenados que la sentencia es injusta y sus contrarios más bien laxa e incluso corta. Cuidado, porque el papel lo aguanta todo. Tan importante o más que el dictamen va a ser su desarrollo, la forma de cumplirlo, y esto es algo que solo el corto y medio plazo desvelará. A dos españoles, uno vasco y otro catalán, Iñaki Urdangarín y Oriol Pujol, el primero supongo que no independentista pero el segundo claramente sí, su paso por la trena no ha sido excesivamente riguroso. Para eso están las juntas de tratamiento carcelario que, en Cataluña, dependen de la Consejería de Justicia de la Generalidad. Ya veremos. Mientras tanto y una vez leída la sentencia por los abogados defensores, llegarán los recursos de apelación y las posibilidades de un indulto o de una amnistía. A ver si va a resultar que al final los leones acaban devorados por los mártires cristianos y el público-pueblo sintiéndose, una vez más, como eterna carne de circo.
Esta sentencia llega en periodo de precampaña electoral. No ayuda en nada esta circunstancia al discernimiento y visibilidad futura de sus consecuencias y condicionantes en el devenir del relato político catalán. Las elecciones del diez de noviembre contaminan cualquier discurso o imagen emitido sobre la propia sentencia y el marco que la circunscribe. Habrá que esperar al día once para que se empiece a disipar la bruma, la humareda producida por el fuego de las urnas. Como en política todo es cambiante la capacidad de sorpresas no conoce límite. Y todo muy legal aunque la ética se haya convertido en un lodazal. Lo que no es de recibo en una clase política es la instrumentalización del Estado, patrimonio – al menos nominalmente aunque la realidad a veces va por otros derroteros – de todos, para la consecución de particulares objetivos partidistas o de grupo social. Lo hizo David Cameron con su referéndum sobre el Brexit para dilucidar las querellas internas dentro del partido conservador británico. El resultado a la vista está. Como mínimo incierto y desestabilizador. Lo está haciendo Orban en Hungría para implementar una política estatal racista y supremacista en su política sobre la emigración. Lo está haciendo también, erróneamente, el gobierno catalán con el chivo expiatorio de todas sus culpas al reino de España en su alocada huida hacia adelante para evitar sus responsabilidades en la grave crisis que se inició en 2008-2009. Mariano Rajoy fue acusado de utilizar el poder judicial, poder estatal, sólo este y no el diálogo, para intentar resolver la crisis catalana. A Sánchez ( creía que a él esto no le iba a pasar ) le acusan ya de lo mismo. Aunque a veces uno crea que le asiste la razón e incluso cuando realmente le asiste, personalmente creo que no es el caso, no se trata de quien tiene o no la razón, porque si enfrente tienes al aparato del Estado y no dispones de la correlación de fuerzas que te evite la derrota política, ir al combate es una inconsciencia mayúscula y una póliza de derrota asegurada. O sea la sentencia entra en la póliza de la derrota, de una batalla no de toda la guerra, pero milongas victimistas a estas alturas de la película no.
Es de esperar y desear que más pronto que tarde, aunque a corto plazo no va a ser, la crisis con la Generalidad se resuelva de una forma civilizada, Balcanes no por favor. Y de verdad no lo creo. Ahora bien, el final feliz no puede suponer que se ha quebrado el principio de igualdad y equidad entre todos los ciudadanos españoles. Es posible que esto ya se esté dando con los fueros vasco y navarro, no soy especialista y lo ignoro, de ser así, debe corregirse este quebranto. Claro que también puede argumentarse la ruptura del Estado y la separación política. En el caso de Checoslovaquia no hubo ningún problema. ¿ Es posible aquí?. El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones y de una mala apreciación, fallida, de la correlación de fuerzas políticas para el proceso de llevarla a cabo.