Paula Gracia: Y este proyecto, ¿En qué consiste?
Pili Pardina: Bueno, en realidad fue que teníamos ya contacto con temas de cooperación, ya había formado parte de otra asociación, Yaperú, ellos tenían un proyecto súper bonito en la selva de Perú y estuve colaborando con las chicas durante tres o cuatro años. Luego ellas dejaron un poquito de lado la asociación por temas personales y entonces yo me busque voluntariados para hacer y relacionada con este tema. Pero los voluntariados a veces defraudan un poquito y tras hacer uno en Kenia decidí que lo mejor era emprender a raíz de los conocimientos que ya tenía y crear un proyecto propio.
En el año 2015 a partir de esta idea, Elena decidió formar parte del proyecto y realmente creamos la asociación sin tener ningún tipo de proyecto en el que trabajar, pero nosotras somos muy viajeras y sabíamos que íbamos a encontrar proyectos. Entonces así pasó, en uno de nuestros viajes a Marruecos localizamos un poblado nómada en el Sáhara y no hicimos la visita con la idea de trabajar allí, pero a la vuelta de España analizamos las necesidades y vimos en que podíamos trabajar. Viven unas 40 personas y tenían una pequeña escuela con un trozo de tela. Y desde entonces hasta hoy hemos venido haciendo muchísimas cosas. Hemos bajado muchas veces y para nosotras la gente del poblado es nuestra familia, y que nosotras para ellos también lo somos. Y gracias a subvenciones institucionales hemos equipado la escuela y hemos contratado a un maestro que da clase allí, hemos puesto placas solares y en hemos viajado con un médico voluntario, una enfermera y antes de la pandemia queríamos ir con un dentista, pero se suspendió. Les hemos puesto columpios en la escuela que estos niños nunca habían montado en uno, y la verdad que es maravilloso y personalmente tanto a Elena como a mí nos aporta muchísimo, nos ha cambiado la vida.
En un viaje que hicimos a Panamá descubrimos un poblado que no tenía electricidad y no llegaban los coches era un sitio muy especial y también decidimos trabajar allí. Hicimos talleres con las mujeres, talleres de educación sexual a niños… pero la verdad es que por la distancia tan grande que hay hasta Panamá es un proyecto más complicado que el de Marruecos.
Y luego, aparte de la Asociación, yo a nivel personal con un chico de aquí, estoy llevando a cabo también un proyecto muy bonito en Guinea Bissau. Con este también hemos pedido una ayuda a la Diputación Provincial de Huesca que nos la concedió y pudimos cómprales una furgoneta para que hiciera de transporte público de pasajeros, pero la condición era que la tenían que conducir las mujeres, en estos países queremos fomentar el poder de las mujeres. Mi compañero Toño hizo un pozo y sé que van hasta camiones del ejército a buscar agua a este pueblo. Es increíble el trabajo que ha hecho.
No trabajamos reivindicando el papel de la mujer en aquellos sitios donde no hace falta, pero creo que en Guinea sí que es necesario dar un empujón. En una reunión con el poblado intentamos que las mujeres nos contasen su situación y una decía que el hombre ganaba su dinero y solo era para él, sin embargo, las mujeres lo poco que podían tener es para la familia.
PG: La primera vez que viajaste a un país del tercer mundo, ¿te imaginabas las condiciones que te ibas a encontrar?
PP: No, la verdad que lo llevé bien, pero la primera vez fue a la selva central, fue una experiencia maravillosa, fue la que me abrió los ojos a todo este mundo tan increíble y la verdad que no me esperaba las condiciones que tienes que asumir. Empezando por la climática que es muy diferente y cuando llegas a España valoras mucho lo que tienes una ducha propia, un grifo… Yo no era consciente y creo que a lo mejor es lo que le pasa a la sociedad, de que el primer mundo es muy pequeño.