Querido Luis Bafaluy Guinalíu, me atrevo a escribir estas líneas desde lo más profundo, desde mi experiencia personal vivida contigo y con los excompañeros de Obras Públicas DGA.
Soy un recién jubilado de este Parque de Maquinaria de Barbastro y pronto os invitaré a todos junto con otro compañero a una comida de despedida. Si algo hubiera querido sin duda era verte sentado a la mesa, sin hacer ruido pero siempre presente entre nosotros.
Has muerto con la pala en la mano, en acto de servicio. Esto me duele más aún pues te veo como si hubiera estado allí. Compartimos paladas en el bacheador durante muchos años. Por eso me imagino tu final como un doloroso episodio de posible infarto en el que los compañeros se esforzaban en las maniobras de resucitación como lo hubiera intentado yo mismo hasta la extenuación.
Luis, eras un ejemplo de coherencia, vivías siempre conforme a tus ideas y tu máxima era el saber estar. También eras el más sufrido en el trabajo. Nunca te quejabas, trabajabas en
silencio, incansable y eras el mejor. Nadie echaba la gravilla como tú y los baches que tapabas no eran “boinas “, eran perfectos, lisos y homogéneos sobre el firme de la calzada.
Si faltaba alguien en el peor puesto, el de la manguera de betún, especialmente sucia, allí estabas tú para ocupar el peor puesto. Entre palada y palada recuerdo conversaciones muy amistosas y también recuerdo discusiones encendidas entre socialismo y comunismo o entre república y monarquía. Eran discusiones encendidas a veces pero nunca sembraron discordia entre tú y yo pues si por algo destacabas era por tu bondad, eras mucho más tolerante de lo que se nadie se pudiera imaginar.
No se me van de la cabeza aquellos viajes de vacaciones en los que te ibas a Cuba. Tu pesado y único equipaje eran muchos kilos de medicamentos con los que ayudar a tus amistades cubanas. En la foto luces esa gorra traída desde allí y que te ponías en las ocasiones especiales. También recuerdo los puros habanos que repartías con todos tus compañeros nada más regresar de Cuba.
No podrás caer nunca en el olvido pues quienes tuvimos la fortuna de compartir contigo la
obligación de trabajar sentiremos siempre tu cercanía, tu generosidad y eterna complicidad en el trabajo y en la vida misma.
Aún te veo liando tus cigarritos o tomando tus carajillos de ron en las pausas. Estos últimos
años arrastrabas un poco la pierna por la dichosa ciática pero cada mañana, puntual, ibas
diligente a regar y refrescar las polvorientas gravillas del bacheador.
Estabas siempre en primera línea junto con tus amigos sindicalistas en manifestaciones o actos públicos. Como en la foto, siempre presente, puño en alto pero con toda la humildad y corrección que se pudiera observar desde fuera.
No me cabe duda de que te echaremos de menos siempre que las ideas y los anhelos de un
mundo mejor se aparezcan en nuestra mente. Tú, con tu ejemplo, serás la imagen perfecta de que la coherencia es la mejor manera de demostrar que es posible vivir muy comprometido con la justicia social.
Un abrazo querido Luis, como dice el lema del Che Guevara con el que titulo este escrito:
“¡-Hasta la victoria, siempre. Patria o muerte!”