En la segunda mitad del siglo XX la calle Monzón o Joaquín Costa fueron una de las arterias comerciales más dinámicas de Barbastro. En una de sus calles aledañas se encontraba un entrañable comercio, que como otros tantos fue pasto de la modernidad, pero que durante sus años de vida dio un importante servicio a todos los barbastrenses y comarcanos. Nos estamos refiriendo a la Carbones y Leñas Guillén, creada por José María Guillén López en la calle Conde donde vendía y repartía todo tipo de carbones después de acabada la Guerra Civil, aproximadamente en 1940 y que cerró en la década de los 70 por motivos de salud. Su hija Fina trabajaba como administrativa.
José María fue contable para la empresa de maderas de los hermanos Canales, en la actual avenida de la Estación, cuya sede todavía permanece a los pies de la vía, aunque muy deteriorada por el paso del tiempo. Los tres hermanos Canales vendía, vegetal, carbón de raga, de hulla procedente de la mina Escucha en Teruel -muy utilizado por la churrería La flor de la espiga, de los recordados Julián y Emilia-, serrín, leña de pino, leña de haya, leña de carrasca y antracita de Ponferrada, de los cuales se traían por medio de vagones. Tras su experiencia con el carbón en Canales decidió abrir su propio negocio en la calle Conde, donde estaba su almacén (en la actual sede de la Iglesia Evangelista).
Carbones y Leñas Guillén vendía todo tipo de carbones minerales que llegaban en tren o compraba a carbón a los carboneros de la provincia, como que ha elaboraban carbón vegetal en casetas – horno de monte, leña de carrasca y de haya que traían en burros, etc. (como los Arauz o López que también tenían sus propios establecimientos). En la misma calle se encontraba la serrería de Pirineos, donde se cortaba la madera procedente de Burceat o Costean transportada en burros.
El carbón vegetal se usaba para planchar la ropa, también abastecía serrín con cáscara de almendras, brasero de rag, para estufas para caldear las casas y el mineral se servía como combustible para las calefacciones. Según cuenta su hija Fina la primera calefacción que se puso en marcha en Barbastro fue la del Seminario, la de Casa Acín y Casa Puyuelo con la llegada de Auxini. También se repartía serrín en camiones a Castillazuelo. El reparto por casas se subía a lomo, no había ascensor, y por ello se cobraba aparte.
“Como almacén sólo estaba mi padre. Eso generó mucho dinero, pero arrastraba un problema en la vena aorta y no se hizo mayor. Cuando me casé con mi marido, que era topógrafo, no quiso seguir con el negocio del carbón porque ya veía que iba a terminar con la entrada del gas”, cuenta Fina Guillén con nostalgia.