Por segunda vez en la historia del ciclo, la guitarra ha sido uno de los instrumentos protagonistas de un concierto. Según comentó Pérez-Quer, la combinación de la guitarra con el órgano representa un desafío significativo, pero la tecnología ha permitido que este mestizaje musical, antes imposible, sea ahora una realidad. La fusión entre ambos instrumentos sorprendió al público, logrando que cada uno de ellos aportara su particular personalidad tímbrica. Para el repertorio, los intérpretes eligieron obras populares, ampliamente conocidas por el público, lo que contribuyó a la satisfacción generalizada de los asistentes.
El programa comenzó con el Concierto en Re Mayor de Vivaldi, seguido por el primer solo de guitarra, Asturias de Isaac Albéniz. Esta obra, aunque escrita originalmente para piano, evoca sonoridades de la guitarra y fue transcrita para este instrumento por Francisco Tárrega. La obra no tiene relación con la música tradicional asturiana, sino más bien con el flamenco andaluz.
Entre los asistentes se encontraba Roque Vicente, presidente de la comarca de Ribagorza, quien acudió con su familia y destacó la calidad de la actuación, resaltando la combinación de la pasión del órgano con la sensibilidad de la guitarra. Vicente también expresó su agradecimiento por el ciclo en su conjunto, señalando que «es una iniciativa que suma decisivamente a los esfuerzos en pro del desarrollo del territorio».
La alcaldesa de El Grado, Mª Carmen Obis, acompañada por la primera teniente de alcalde y concejala de Desarrollo y Cultura, Mª José Olivera, valoró positivamente las explicaciones ofrecidas antes de cada pieza, y subrayó la importancia de la unión del ciclo con el festival Clásicos en la Frontera, calificándolo como un beneficio para todas las localidades involucradas. Javier Sorinas, alcalde de Binaced, asistió por primera vez a una actuación del ciclo y quedó profundamente impresionado por la Gran jota de concierto, destacando que «es una forma extraordinaria de poner en valor nuestra jota y darle el protagonismo que se merece».
El próximo concierto del ciclo tendrá lugar el viernes 16 de agosto a las 19:00 h., con la actuación del dúo formado por Sara Johnson Huidobro (órgano) y Josetxu Obregón (violonchelo). Este concierto estará dividido en dos partes: la primera estará dedicada a compositores del siglo XVII y se llevará a cabo en la parte baja del templo, mientras que la segunda parte incluirá obras de los siglos XIX y XX, en un tono más íntimo, en el gran órgano sinfónico. Obregón cuenta con experiencia previa en el ciclo, habiendo actuado en ediciones anteriores. El programa completo y los currículums de los músicos están disponibles en el enlace proporcionado.
Del maestro Joaquín Rodrigo, se interpretó una selección de piezas de la Fantasía para un gentilhombre, donde el órgano asumió el papel de la orquesta gracias a una rica registración. Esta obra se basa en danzas del compositor español del siglo XVII, Gaspar Sanz, originario de Calanda (Teruel).
El público reconoció rápidamente las primeras notas de Recuerdos de la Alhambra de Tárrega, una pieza original para guitarra que, según los especialistas, es ideal para ejecutar el trémolo, un recurso característico de este instrumento. Esta podría haber sido la primera vez que se escuchó esta obra interpretada en un dúo de guitarra y órgano.
Aranzabal también ofreció un solo de órgano, interpretando el Preludio op. 29 de Gabriel Pierné, una pieza vibrante y exigente que permitió explotar al máximo las capacidades sinfónicas del gran órgano del santuario, construido por el maestro organero Gabriel Blancafort.
Uno de los momentos más destacados del programa fue el solo de guitarra con la Gran jota de concierto de Tárrega. Esta pieza, extremadamente virtuosística, explora múltiples recursos tímbricos de la guitarra, como el tambor, la dulzaina, el trémolo, entre otros. La jota aragonesa, con su simplicidad aparente, permite una explotación ilimitada de variaciones, algunas de las cuales Tárrega utilizó como ejercicios.
El recital concluyó con el famoso Adagio del Concierto de Aranjuez, una de las piezas de música clásica más interpretadas en todo el mundo. Este concierto, escrito para guitarra y orquesta, es único en su combinación, ya que rara vez el sonido de la guitarra se enfrenta a toda una orquesta sinfónica. Sin embargo, en esta obra, la guitarra siempre mantiene su presencia destacada. En el Adagio, Rodrigo expresa su dolor por la pérdida de un hijo, utilizando el pulso inicial de la guitarra para simbolizar un corazón latiendo. El movimiento transmite emociones de pena, rabia y desesperanza, culminando en un clímax donde, según Rodrigo, «se escucha a Dios» y finalmente se alcanza la aceptación y la paz interior. Al finalizar la actuación, Pérez-Quer comentó que «la música es el lenguaje del alma, un puente entre lo terrenal y lo divino», reflejando la conexión profunda y armoniosa que la música puede generar.