Año 2020, verano pandémico, el rey emérito Juan Carlos I huye del país tras conocerse que la Fiscalía del Tribunal Supremo ha iniciado actuaciones para investigar los presuntos delitos que venimos conociendo desde hace meses por las investigaciones de la justicia suiza.
Abro Twitter y leo con estupor como algunos se afanan en recordar esa leyenda convertida en clásico que dice que “Juan Carlos I nos trajo la democracia”. Me suena a lema publicitario, como si el Borbón fuera el cuarto Rey Mago de Oriente y España ese niño que espera el 6 de enero encontrarse un regalo al levantarse. El símil no va desencaminado en una parte, nótese la ironía sobre la magia del emérito en sus viajes a oriente, y es que parece que las visitas a Arabia Saudí conllevaron millones de euros para la Casa Real, ¿Se imaginan a Juan Carlos I contando los billetes en su despacho?, pues presuntamente eso estuvo pasando durante años. ¡Hay que ver qué rey mago más majo!, y campechano.
Parece mentira que con toda la retahíla de escándalos de la corona y tras su huida a República Dominicana para eludir a la justicia haya quién se afane en cerrar filas en torno al rey emérito. Hay sin embargo quién ha sufrido una transformación espontánea de “juancarlista” a “felipista” e intenta salvar al segundo y por ende a la monarquía criticando la huida del primero.
Estos cambios de parecer recuerdan a 2014, otro caluroso verano en el que Juan Carlos, tan campechano como inteligente, pidió perdón por sus errores y abdicó a favor de su hijo Felipe en un intento de la Casa Real de hacer borbón y cuenta nueva. Ese movimiento salvó los muebles de una institución puesta en entredicho tras el escándalo de los elefantes de Botswana, la explosión del caso Nòos y los líos de faldas de Juan Carlos I. Una nueva época comenzaba, el reinado de Felipe VI pretendía dar tintes de modernidad a una institución anacrónica como lo es la monarquía“. Una monarquía renovada para el siglo XXI” titularon los principales medios de comunicación, el joven Felipe VI era nombrado nuevo rey y a la par Juan Carlos I pasaba a jubilarse manteniendo todos sus privilegios pero perdiendo su condición de inviolabilidad ante la ley, no así su condición de aforado.
Hoy las tribunas de los principales medios ya no hablan de nuestro campechano rey de Oriente en los mismos términos, las polémicas y los supuestos delitos de fraude a la Hacienda Pública y blanqueo de capitales son un goteo incesante de noticias: 100 millones de dólares provenientes de Arabia Saudí a cuentas en Suiza, 65 millones de euros para su ex amante Corinna, comisiones ilegales por el AVE a La Meca, sociedades en paraísos fiscales como Panamá, suma y sigue.
Ante estos escándalos a Felipe VI no le ha quedado otra que mover ficha, primero ocultando de la vida pública a su padre, luego renunciando a su herencia tras conocerse el escándalo de la sociedad panameña que le incluía como beneficiario de los negocios familiares y después retirando la asignación económica al emérito. Pero, ¿quién esperaba este final con la huida de Juan Carlos I? Ni en los mejores cines, oigan.
Mientras tanto la ciudadanía vemos con indignación todo este circo impropio de cualquier estado moderno, que un ex Jefe de Estado salga del país con su fortuna bajo el brazo y sin responder ante la ley y ante su pueblo, con el beneplácito de su hijo y actual Rey, deja a la monarquía en una situación muy comprometida y a nuestra democracia tocada. El hartazgo entre la gente común crece mientras el culebrón parece que traerá muchos y esperpénticos episodios.
Año 2020, verano pandémico, disfruten lo que puedan y mientras tanto eviten pensar en Juan Carlos I dándose a la fuga a todo trapo en su yate “Bribón”, por su salud.