Pedro Solana (Monitor de esquí y coordinador del Curso Provincial de Iniciación al Esquí de Montaña, Montañeros de Aragón Barbastro). Alguien podría preguntarse: «¿Por qué desde hace tantos años eligen Cerler los montañeros en el inicio de su curso?».
Os he hablado de una especie de recorrido, de una procesión que obedece siempre a un rito, pulido a lo largo de 25 años de experiencias nómadas al principio, pero que en el devenir de los tiempos han conformado todo un guión, una sucesión de ideas firmemente arraigadas desde la percepción de Cerler, por ejemplo, como una estación acogedora para los montañeros, hasta la adopción de un fabuloso Cuaderno Técnico editado por expertos y que la Federación puso hace años a disposición de los enseñantes en la Escuela Aragonesa de montaña en sus instalaciones de Benasque.
Este año no pudimos realizar, al final del primer sábado, la práctica de construcción de camillas y su posterior descenso desde la colladeta del Ampriu pues la meteo, esa inseparable compañera de viaje, nos dijo: «No», con una fina lluvia que resultaba fría y amenazadora en los últimos instantes de una jornada intensa. Es igual, quedan muchas horas por delante y se encontrará un momento adecuado para enseñar el primer dato sobre seguridad: Aprender el autorrescate en caso de accidente.
Aprovecho esta última afirmación para dar testimonio de que todas y cada una de las prácticas de seguridad han sido utilizadas por éste que os está narrando en alguna ocasión dentro o fuera del curso. Hace unos pocos años, en dos ocasiones concretas, hubo que construir camillas de fortuna para evacuar a sendos cursillistas heridos mientras descendían esquiando.
Al final de esta primera jornada solo queda bajar a Benasque y seguir con la tradición: albergarnos en instalaciones federativas tan emblemáticas como la Escuela de Benasque, refugio cómodo y muy bien preparado para escuchar primero las explicaciones de Antonio Gros sobre los más mínimos detalles técnicos de los aparatos ARVA, verdaderos «corazones» que «laten» bien fijados a nuestro costado para dar siempre señal a la que dirigirse en una búsqueda bajo la nieve.
Más tarde será en el comedor de nuestro refugio donde nos mezclaremos todos en torno a una mesa simpática y distendida que nos irá acercando los unos a los otros entre risas y comentarios en esta primera cena.