Cada ocho de septiembre, Barbastro se viste de fiesta al celebrar la Natividad de la Virgen María. Más allá del profundo significado teológico que la figura de María de Nazaret pueda tener para los creyentes, se convierte para los hijos del Alto Aragón oriental en el reflejo fiel de la devoción que nuestro pueblo tiene a la Virgen, devoción que acredita una de las cuatro emes que identifican a nuestra Diócesis: milenaria, misionera, martirial y mariana.
Bajo la advocación de El Pueyo, nuestra Señora ha sido siempre un faro de luz y esperanza que nos conduce al mejor puerto, hasta su Hijo, hasta Dios. Ella sigue siendo símbolo de protección y guía para todos los que habitan en esta tierra bendita, adornada por tantos santos, fundadores y mártires.
La Virgen de El Pueyo, no es solo una figura de intercesión, sino también un ejemplo de vida para todos nosotros. Si desentrañamos cada uno de los textos evangélicos donde aparece descubrimos en esta mujer, a la «primera creyente», aquella que se fio incondicionalmente de Dios y dijo «sí» a su plan de salvación con una fe inquebrantable y total entrega. En María, encontramos además a la «primera discípula», que con humildad y obediencia aceptó el llamado divino y lo hizo realidad en su vida. Ella nos enseña que la verdadera grandeza se encuentra en la simplicidad y la disposición para servir. Su natividad nos recuerda que, al igual que María, estamos llamados a ser portadores de la gracia divina en el mundo.
La Virgen de El Pueyo, patrona de Barbastro, nos cubre con su manto maternal y nos guía con su amor hacia su Hijo, nuestro Salvador. Las fiestas patronales, que se celebran en su honor, son una oportunidad para reafirmar nuestra identidad como barbastrenses y como cristianos y pedirle a María que continúe intercediendo por nosotros, especialmente en estos tiempos de incertidumbre y desafío.
Durante estas celebraciones, elevamos nuestras plegarias a la Virgen de El Pueyo, agradeciendo su constante protección y pidiéndole que siga siendo el refugio seguro de todos los que subimos hasta su casa para pedirle por todas nuestras necesidades. Que su natividad renueve nuestra fe y nos inspire a vivir con la misma entrega y amor que ella demostró en su vida.
Barbastro, tierra de mártires, de fundadores y de santos, encuentra en la Virgen del Pueyo no solo a su patrona, sino también a su madre y protectora. Que en estas fiestas patronales, su ejemplo de fe y humildad ilumine nuestras vidas y nos guíe hacia una comunión más profunda con Dios y con los hermanos.