Fría mañana de invierno de 1972. Domingo 21 de febrero. Mediodía. El Municipal de los Deportes de Barbastro, hasta la bandera como en pocas ocasiones se había visto
Los carteles distribuidos por la ciudad días antes, con un gran anuncio de Pepsi, habían surtido el efecto de reclamo y se auguraban una efeméride histórica: “Gran partido de fútbol femenino entre los equipos de Cheyenes y Mayeski”.
Sobre el terreno de juego dos conjuntos con vestimenta inspirada en el clásico del fútbol español: Mayeskis, de blanco emulando al Real Madrid, dirigidas por el entrenador Joaquín Piedrafita, y Cheyenes, blaugranas como el F.C. Barcelona, con José María Briansó al frente del banquillo.
Mayeskis
El equipo Mayeskis, entrenadas por Piedrafita, lo formaban Mari Luz Subías, Dori Soler, Isabel Puyuelo, Loles Romera (portera) Loli Lasheras, Carmina Solano, Pili Nevot, Asun Lafarga, Isabel Gómez, Pili Lascorz, Rosa Mari Lanao, Pili Meler, Tere Gállego, Luisa Mata e Isabel Valle.
Cheyenes
Y en el equipo Cheyenes jugaban Mari Carmen Rivera, Mari Carmen Pardina, las hermanas Gómez Azqueta, Ana Escuer, Margarita Romera, Montse García, Tere Palacios, Durán, Márquez, Escuer, Berges, Arridi, Zazurca y Viu (desconocemos los nombres de pila de estas últimas), que conformaban el conjunto de Las Cheyenes, entrenadas por Briansó.
Haciendo historia
Todas alumnas del IES Hermanos Argensola que, sin saberlo entonces, estaban haciendo historia con un partido de fútbol, el primero femenino en la ciudad de Barbastro.
Organizado exclusivamente para recaudar fondos para su viaje de estudios. “En aquella época los viajes de estudios nos los pagábamos los alumnos, no los padres. A parte de recoger cartones y otras cosas a alguien se le ocurrió montar un partido de fútbol. Pedimos a otro curso que fueran nuestras contrincantes y a los profesores Briansó y Piedrafita si nos podían entrenar”. Narra María Luz Subías, medio lateral de Mayeski, con la que conversamos horas después de la flamante victoria de la selección española de fútbol femenino en la final del Mundial. Ellas, a su manera, fueron también pioneras de un deporte reservado exclusivamente para “zagalotes, inapropiado para las chicas”, cuenta.
El resultado, 1 a 0 para las Cheyenes
Aunque es lo menos importante de esta historia. El objetivo estaba cumplido, Mayeskis, organizadora del encuentro, recaudó una buena suma de dinero para el viaje de fin de curso a Mallorca (ida en barco y regreso en avión, toda una novedad para estas jóvenes, acompañadas por la profesora Angelita Pardo) y escribir, sin pretenderlo, la primera página del fútbol femenino en Barbastro.
“En aquella época era muy complicado, incluso hubo gente que le molestó que jugáramos. Por entonces en el instituto estábamos separados los chicos y las chicas, no podíamos ni juntarnos en el recreo. Había una línea divisoria invisible que no se podía pasar. Cuando empezamos 1º no podíamos ir al instituto con pantalones”, explica Subías, que conserva la foto que reproducimos del cartel del partido, firmado por todas las jugadoras.
Dada la buena aceptación del encuentro, el profesor Briansó dirigió a Las Cheyenes en otro partido amistoso contra un equipo de la ribera del Cinca con motivo de sus fiestas mayores. El hijo del señor Briansó, José María -que ha facilitado poder contar este episodio de la historia del fútbol local-, apunta que aún se llegó a disputar un nuevo encuentro en el Municipal contra el equipo zaragozano Galerías Gay, con victoria de las mañas, con mayor edad y recursos.
A sus 68 años, Marí Luz recuerda con nostalgia aquel partido y lamenta que los tiempos no fueran como los actuales “porque a mí el deporte me gustaba, pero el entorno no ayudaba nada” para que una chica pudiera ser deportista.
“No me hubiera importado en absoluto ser futbolista”, asegura María Luz, que se siente, con sus compañeras, pionera. “El día de la final de España vimos el partido con mis hijos y nietos y les comenté que menuda diferencia. Cuando nosotras jugábamos venían a reírse, las cosas que nos dijeron ahora estarían prohibidas, eran frases bochornosas cuando salíamos del vestuario. Pero nosotros íbamos a lo nuestro, ganar dinero para el viaje de estudio. Fuimos valientes”, sentencia con orgullo.