Imagino Barbastro como la aldea de Asterix, esa pequeña villa poblada por irreductibles seres que resisten a todo. ¿Recordáis la famosa imagen de la lupa con un pequeño poblado debajo de su lente? En mi mente ese poblado del dibujo es Barbastro visto desde fuera. Resistiendo.
Ocupas tu butaca y oyes: “gracias al ayuntamiento por este (concierto, espectáculo, teatro, rellénese con lo que corresponda), es el primero en mucho tiempo”. No falla. Barbastro, la pequeña ciudad en la que la cultura resiste.
Y para muestra, el fin de semana de nuestro santo patrón, San Jorge. Actos, actos y más actos que nos han lanzado a leer, reír y bailar no, pero casi.
De los libros en la calle a las risas, sin enlatar, del teatro. Y de ahí al ritmo del verbo odiado o a la banda municipal. Barbastrenses bajo la imaginaria lupa recorriendo calles y llenando anfiteatros.
Lleno total. Pleno al quince para ver Cancún, una divertida obra que dirigía el barbastrense Mario Ronsano, que en el barranqué otra cosa no, pero con los nuestros, apoyo total. Profetas en su tierra.
Ay, señores. Qué falta nos hacía reír. Cancún fue ese vodevil lleno de humor sencillo pero con tanta continuidad que no había tiempo de inspirar antes de volver a reír. Actores televisivos, de esos habituados a hacerte feliz, que no nos dieron tregua. ¡Y eso que estábamos cansados de rebuscar nuevos libros que leer!
No hubo cansancio que pudiera con la comedia que nos esperaba. ¡Si apenas tenían que hablar! Un simple gesto en la cara hacía que los espectadores estallásemos en sonora carcajada. Una ya no sabía dónde mirar, si a la cara de uno, a la mano de otra que cogía el cava para seguir bebiendo o a la persona que se ahogaba de risa en el asiento de atrás.
¡Qué difícil es hacer reír!, sobre todo cuando más falta nos hace. Pero reímos, vaya que sí reímos. La gente tiene ganas de presencialidad, de poner el off a las pantallas para darle al clic del tú a tú, aunque sea con mascarillas, con distancia de seguridad y abandonando la sala por turnos. Allá que vamos, dicen los barbastrenses. Y allá que fuimos. Que tras las risas venía la música y un grupo con ganas de contagiar ritmos lo dio todo sobre el escenario el sábado tras la resaca de carcajadas. Y oye, una cosa os digo, que bailar no nos dejaron por las medidas covid. Pero lo hubiéramos hecho.
Un gran fin de semana para leer, reír, y bailar no, pero casi.