«No te conozco, pero me dueles, nos dueles a todas y a todos los que no son como tu asesino. Ese asesino que te creía suya. Suya hasta el más duro de los extremos, ha decidido que ya habías vivido suficiente, que ya no tenías derecho a disfrutar de tus hijos, que tus hijos ya no tenían derecho a su madre, que tu vida le pertenecía y así ha actuado. No tenemos palabras porque solo nos salen lágrimas. Lágrimas de dolor e impotencia.
Esta sociedad no puede seguir consintiendo estas atrocidades, no podemos hacer otra cosa que no sea confiar en la justicia, en que tu asesinato no va a ser baldío y en que este dolor que sentimos sirva para algo.
Un abrazo para ti, allá donde estés, para tus hijos y para tu familia.