Salas Altas cuenta desde esta semana con un nuevo vecino que alcanza los cien años. Se trata de Manuel Gil que cumplió la centuria este miércoles pero que quiso celebrar por su cumpleaños con su familia -dos hijos, dos nietos y tres biznietos, más los sobrinos- este sábado en su hogar, Casa Santoña (el nombre de Casa Santoña proviene del lugar de origen de su bisabuela, oriunda de Cantabria y que se casó con su bisabuelo cuando realizaba la mili).
Manuel se siente orgulloso de su trayectoria vital: «No puedo decir que tengo descontento con la vida. Soy feliz, me case y tuve dos hijos y viven bien y ya tengo biznietos. No tengo ninguna cosa pendiente por hacer, sólo que marche bien el pueblo», sentencia.
Este miércoles 9 de julio los hijos ya le prepararon una fiesta con aperitivos y tarta a la que asistieron los vecinos. Durante la semana, en el local social, al que acude todas las tardes para conversar o jugar a las cartas con amigos, recibió las felicitaciones de numerosos vecinos de esta población del Somontano, y hasta le llegaron recuerdos de su entrañable grupo de amigos y conocidos del Barbastro y del Bar Pirineos, donde todas las tardes de su dilatada vida acudía para jugar la partida del «subastao» o de guiñote.
«El antiguo dueño del bar le guardaba siempre un rincón para él», explica con orgullo su hijo Ernesto que vive con él. «Ya no bajo al Pirineos porque he perdido algo de oído sino ya bajaría más», afirma su padre con nostalgia.
La práctica a diario del juego de cartas ha sido el mejor ejercicio para su cerebro que ha realizado Manuel y le ha permitido conservar en buenas condiciones sus facultades mentales a los cien años.
«El médico de cabecera nos dijo que si seguía jugando nunca perdería la cabeza», asegura su hijo. De hecho, Manuel conserva una prodigiosa memoria, aunque modestamente indica «que tengo la cabeza un poco desmemoriada y ya me olvido de cosas, aunque si me nombran algo me acuerdo».
Ya no baja a Barbastro a jugar sus habituales partidas, pero éstas las disputa en el local social de su pueblo con sus amigos. Pero además de conservar la memoria las partidas de «subastao» y guiñote le dieron un amplio número de amigos de Barbastro y comarca que se juntaban en el mítico bar Pirineos todas las tarde. «No creo que haya jugadores que me critiquen. Nunca he tenido una discusión con nadie por las cartas», afirma orgulloso.
Pero para llegar a los cien años no todo pasa por jugar a las cartas, sino que también hay una receta infalible: «trabajar lo justo y contino». «Tengo mala fama de que no he trabajado mucho pero he ido mucho y muy contino al monte. Yo era campador e iba a mucho a Barbastro pero por las mañanas estaba mucho en el monte», explica entre risas.
«Por las mañanas iba al monte y hacía de todo, pero por las tardes fiesta. Me iba a Barbastro y a jugar a las cartas», explica. A esto, hay que añadir que Manuel no fuma, no bebe alcohol excepto un vaso de vino para las comidas y la cenas y hace comidas moderadas.
La principal actividad de Manuel Gil fue el campo, «cogiendo uva, olivas, un poco de cereal», aunque también estuvo trabajando como peón en la construcción de la estación eléctrica de Lafortunada.
A lo largo de este siglo XX recuerda con tristeza la guerra civil, en la que participó a pesar de no estar en ninguna campaña. También apunta que la vida actual es muy distinta a la antigua y que en otros años «el agricultor vivía mejor, ahora no hacen casos a la agricultura y el agricultor es como una mula que estorba».
Salas Altas un pueblo de centenarios
Sin duda cuidarse, llevar una vida ordenada y sin excesos son claves para tener una próspera longevidad. Pero además de eso algo debe influir el municipio de Salas Altas en sus vecinos puesto que hace dos años fallecía una centenaria, que también vivía en la misma calle de Manuel Gil Domper, y el año que viene una vecina llegará a la mágica cifra de las 100 primaveras. «Sólo el de arriba sabe porque hay tanta gente en este pueblo que llegan a cien años», explica con una sonrisa.